Joaquín Urrea silba el final del partido celebrado el 28 de mayo de 1985, y el América se proclama campeón tras haber derrotado 3-1 al Universidad Nacional.

Y así surgió una de las más grandes rivalidades en México.

Se jugaron tres partidos para definir al campeón en ese torneo. El primero, que se efectuó en el Azteca, quedó igualado a uno. El segundo terminó sin goles en CU, donde además, ocurrió la tragedia del túnel 29, en el que murieron siete personas.

Había que jugar un desempate y en una cancha neutral y La Corregidora de Querétaro fue la elegida. Ahí se jugó uno de los partidos más polémicos de la historia, y que marcó la carrera de Joaquín Urrea.

A 32 años de distancia aún hay quien ve en la calle al ex silbante y le dice: “Eres el mejor del mundo”... “creo que ese es del América”, recuerda; pero otros le gritan: “Ratero”, “ese es de Pumas, seguro”, recalca.

“Sigo pensando que ese partido lo jugaron las dos televisoras (Televisa e Imevisión), no América y Pumas. Lo calentaron tanto que se volvió un fenómeno social. Hasta lo televisaron las dos, fue la primera vez en la historia que ocurría eso”, menciona.

—¿Fue un chivo expiatorio?

“Claro, por la cobardía de no atacar directamente al América buscaron un punto de referencia, y triangularon la ofensa”.

El autor de todo esto tiene nombre y apellido: “Todos lo conocemos, es un terrorista del periodismo, el enanito [José Ramón] Fernandez. Él ha vivido de su supuesto odio al América, y como no tiene el valor de decirle a [Emilio] Azcárraga: ‘Sinvergüenza, ratero que pagó todo...’, se lo mandó a decir a través de la persona que no tiene defensa, el árbitro”.

¿Por qué Urrea es satanizado por ese juego? Porque según los de Pumas, les robé el juego, e Imevisión lo hizo más grande, pero la realidad es que América debió ganar por varios goles de diferencia, no sólo por 3-1, debieron ser seis”.

Fueron dos las jugadas de gran polémica: un penalti marcado a Félix Cruz por una mano y la segunda, una mano de AlfredoTena, que no se juzgó de igual forma.

“El primero fue un penalti clarísimo, el segundo... no lo veo. Es un mandato de regla: ‘En la duda, no cabildees. Cuando la veo al día siguiente, lo acepto: me equivoqué, pero ni modo de ir al clóset a sacar el silbato y pitarlo ahí... Ya no se podía hacer nada”.

La carrera de Urrea siguió su curso, se retiró en 1987. “Mi conciencia está tranquila”, dice sin saber que por él inició una de las más grandes rivalidades en México.

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