San José.— A menos de ocho kilómetros de distancia del Astrodome de Houston se encuentra Braeswood Place, el vecindario en el que Gary Kubiak creció en 1970 a la par de ser recoge balones de los Oilers, que eran entrenados por el carismático Bum Phillips y comandados a la ofensiva por Dan Pastorini.

Con el paso del tiempo, Phillips y Pastorini se convirtieron en la inspiración de Kubiak, quien luego de terminar su elegibilidad con los Aggies de Texas A&M, donde jugó como quarterback, fue reclutado por los Broncos en 1983.

Kubiak y Denver han llorado y reído juntos. No se entendería la vida de la franquicia sin el aporte que ha tenido el texano, ni se aplaudiría la vida de Gary sin los Broncos.

Kubiak podría convertirse en la única persona en ser campeón de un Super Bowl como asistente y head coach del mismo equipo. Obtuvo títulos de la NFL cuando fungió como entrenador asistente de Denver y también de San Francisco, donde tuvo a su cargo el cuerpo de quarterbacks de los 49ers, cuando Steve Young brilló para derrotar a los Chargers de San Diego en el Super Bowl XXIX.

Como jugador profesional, Kubiak no fue un hombre que apareciera en portadas. De hecho sólo fue anunciado cinco veces como pasador titular y tuvo récord de tres victorias y dos derrotas. Pero fue el suplente de John Elway y estar en la banda no sólo le hizo calentar el asiento, sino también empaparse del funcionamiento del equipo de Elway, con quien forjó una amistad que se estrechó este año cuando el miembro del Salón de la Fama, en su rol de gerente general y vicepresidente de operaciones, lo contrató como entrenador en jefe.

Otra razón para afirmar que el destino siempre lleva a Kubiak a Denver. El entrenador no llegó solo; trajo consigo a Wade, hijo de Bum Phillips y quien se ha encargado de convertir a la defensa del equipo en la mejor de la NFL. El hijo del hombre que admiró en su niñez ahora está a su lado.

Y tal vez en eso radica el éxito del que ahora goza Kubiack, ha relegado responsabilidad que antes no se sacudía ni aunque le robara bastantes horas de sueño.

“Desde que llegué a Denver traté de hacer las cosas diferentes. Sigo trabajando desde temprano, pero he cambiado un poco mi modo, ya no trato de hacerlo yo todo, confío en la gente que trabaja conmigo. Trabajar con la organización y con el equipo que tengo me ha llevado hasta donde hoy estoy”.

Broncos cambió el chip en 2015 y su vocación ofensiva fue reemplazada por solidez de la defensa.

En su primera aventura como entrenador en jefe de los Texans, Kubiak tuvo marca de 61-64 en ocho años. Llegó dos veces a Playoffs, pero en ambas se quedó en la ronda divisional. En 2013, su última temporada con Texans, apenas tuvo dos victorias y el romance terminó.

“Tuve buenos equipos allá (Houston), nos acercamos algunos años. Como entrenador donde quiera que estés vas a tratar de conseguir lo que más se pueda, lamentablemente allá no se pudo.

“No sabía si iba a tener otra oportunidad como entrenador, me encanta mi trabajo. Me siento bien de haber podido continuar, siento que aún me queda mucho que dar. Me siento afortunado porque mi nueva oportunidad llegó en un momento especial. Tengo suerte porque muchos entrenadores tienen otra oportunidad”, agregó.

Con el corazón hecho pedazos por no ser profeta en su tierra, Gary hizo maletas y emprendió el viaje a Baltimore, donde fue coordinador ofensivo. Después fue contratado para reemplazar a John Fox, quien se fue de los Broncos tras caer en la ronda divisional de 2014.

“Significa mucho para mí. John me dio una oportunidad de volver a casa. Estoy muy orgulloso de ser parte de esta organización y este equipo”, reflexionó Gary.

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