Junto a un frasco con formol que contiene un cocodrilo de río (Crocodrylus acutus) está un microscopio de bronce laqueado con capelo y base de cristal de finales del siglo XIX. Para el biólogo Jorge Rickards, estos instrumentos antiguos no sólo son bellos porque representan una herramienta de ciencia, sino porque son estéticamente atractivos, y además invocan las historias que se han gestado a través de ellos. “Me imagino, por ejemplo, a Enrique Beltrán sentado en su mesa de trabajo, descubriendo cosas y abriendo fronteras”, cuenta el director de la Sociedad Mexicana de Historia Natural (SMHN) sobre el biólogo famoso por sus estudios sobre protozoarios y animales exóticos.

El antiguo microscopio de manufactura alemana forma parte de la muestra 150 años de historia Natural en México, en el Museo de las Culturas del Mundo (en la calle de Moneda en el Centro Histórico). Son más de 200 piezas de diferentes colecciones que cuentan siglo y medio de historia de la SMHN. Lo primero que se puede ver al ingresar al segundo piso del recinto, donde se dispone la exposición, es el esqueleto de una orca colgado del techo. Un par de niñas saltan como si quisieran alcanzar los huesos del animal, mientras su madre les recomienda leer la ficha que describe a la Orcinusorca como el miembro más grande de la familia de los delfines. Así que ni ballena ni asesina.

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Microscopio alemán de bronce laqueado, de finales del siglo XIX.

Otra osamenta espectacular acapara las miradas: un esqueleto del felino “dientes de sable”. El smilodon apareció en Norteamérica y se expandió hacia el sur del continente a finales del Pliosceno y hoy los huesos de un ejemplar adulto se observan tras una vitrina. Se explica que probablemente su buen estado de conservación, que se adivina en su textura y brillo, se deba a un prolongado tiempo de inmersión en un yacimiento de brea.

Los naturalistas de hueso colorado tienen muchas piezas favoritas, pero Rickards subraya la presencia de un fémur de mamut. Advierte que si se observa con detalle, incluso es posible ver las pequeñas líneas que probablemente fueron trazadas por algún instrumento de piedra de alguien que se alimentó del gran animal. Así aparece en un pequeño surco de un hueso un guiño de hace 10 mil años proveniente de uno de los primeros habitantes del Valle de México.

 

Pero no sólo las piezas de mayor tamaño son las más atractivas, también hay minúsculos habitantes que se disputan la popularidad. “¿Ya viste que son pulgas’”, dice un adolescente a su acompañante mientras clava los ojos en un cajón de madera con tapa de vidrio que muestra un puñado de bichos bien vestidos y que provienen de la Colección del Museo Universitario del Chopo. Las pulgas vestidas son parte de la recreación del estudio de un naturalista, un híbrido entre laboratorio, taller y biblioteca con muchos apuntes e instrumentos, que dan paso a gabinetes de curiosidades conformados por varias colecciones de flora y fauna disecada que los visitantes escudriñan sin ver el reloj.

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Insectos provenientes de la Colección del Museo Universitario del Chopo.

Entre vitrinas con mariposas, escarabajos, brújulas, caracoles, mapas, binoculares, cráneos y diversos fósiles se va contando la historia de una sociedad naturalista que tuvo su primera sesión de trabajo en 1868, celebrada incluso entre las mismas paredes del edificio que hoy resguarda la exposición. Desde entonces, la SMHN ha pasado por diferentes etapas. Se considera una primera época desde su fundación hasta el inicio de la Revolución Mexicana, cuando entra en receso y también se deja de publicar su revista insigne: La Naturaleza. De 1936 a 1979 es considerada su segunda época que da inicio con la publicación de la Revista de la Sociedad Mexicana de Historia Natural. En esta etapa, miembros de la asociación participan en la creación del Zoológico y el jardín botánico de Chapultepec (1924), así como el Instituto Mexicano de Recursos Naturales Renovables, una de las primeras organizaciones conservacionistas en México. Esta etapa también se caracteriza por la contribución de las colecciones del Museo Nacional de Antropología e Historia y el Museo de historia Natural, entre otros.

Una nueva etapa. De 1984 a 2016 se presenta una tercera etapa que rápidamente da paso a una cuarta y actual época de la sociedad que el doctor Rickards define como una plataforma para promover el conocimiento entre los mexicanos, pero con la intención de catapultarse fuera de los círculos científicos y dirigirse más a la población en general. “La historia natural es un término mucho más amplio que sólo hablar de especies, ecología o biología”. Para el naturalista, estas palabras engloban además otros términos como arte y creatividad, que dan paso a muchas manifestaciones capaces de conectar en diferentes formas a la naturaleza con el ser humano. “Por eso la última sala la dedicamos para incluir el trabajo de pintores, escultores, poetas y dibujantes; diferentes manifestaciones artísticas de jóvenes mexicanos”.

Para Rickards, la otra perspectiva fundamental que la SMHN busca mantener entre la sociedad es no perder la memoria histórica. “Creo que es importante sentirnos muy orgullosos como mexicanos de nuestra tradición científica, de que hay sociedades como esta con 150 años de vida y donde han estado tanto personas de la talla del pintor José María Velasco, como importantes científicos que son la semilla, el origen de lo que hoy conocemos como comunidad científica. Esa parte histórica es muy fuerte porque va a las raíces más profundas de todos”.

 

En este recuento histórico de los naturalistas que han hecho historia en nuestro país, Rickards nombra, por ejemplo, a Antonio del Castillo, fundador de la Comisión Geológica de México (hoy Instituto de Geología, perteneciente a la UNAM), y que presentara un catálogo de meteoritos mexicanos en la famosa Exposición Universal de París de 1889.

También aparecen otros personajes, como Alfonso Herrera, y su hijo Alfonso L. Herrera. “Fueron dos precursores de la biología en México que publicaron, junto con otros autores, los primeros textos de biología que llegaron a las escuelas; a partir de allí evolucionó la educación científica”.

Además menciona la labor de Rafael Montes de Oca, un experto en colibríes que era un hábil dibujante e ilustrador, y de quien se exhibe uno de sus libros clásicos: Colibríes y orquídeas de México, que reúne láminas del siglo XIX. “El mismo José María Velasco era amigo de él y publicaban juntos”. En homenaje a este binomio arte-ciencia se presenta una colección de colibríes de México y Norteamérica realizada por el artista Davit Nava con acrílico sobre plástico usado y barro ecológico.

Pero más allá de la fusión arte-ciencia, la nueva época de la Sociedad Mexicana de Historia Natural busca una mayor conexión con el público en general mediante plataformas de ciencia ciudadana, donde a través de las nuevas tecnologías, y por el puro gusto de sacarle una foto a una planta o un escarabajo, se puede contribuir con un dato científico. “Esto está revolucionando el conocimiento de cómo se distribuyen las especies en todo el mundo. Inclusive la plataforma NaturaLista en México lleva al menos un descubrimiento de una nueva especie de araña y esta labor fue realizada por gente que no es bióloga, simplemente enamorada de la naturaleza”.

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Recreación de un estudio de trabajo en el que hay aves, mamíferos astados y vitrinas con decenas de objetos.

Para concluir, Rickards señala que a partir del 22 de septiembre se realizará en la sede de la muestra un ciclo de conferencias que buscan profundizar en estos temas. Así, el entrevistado estará hablando de los naturalistas desde una perspectiva histórica, mientras alguien más abordará el tema de dinosaurios y huevos, así como la relación que existe entre aves y estos animales prehistóricos. Otro científico se referirá al trabajo de Humboldt en México, cuyas reflexiones, por cierto, fueron una de las semillas más fuertes de las sociedades científicas, como el caso de la Sociedad Mexicana de Historia Natural.

bbg

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