Una noche paseaba con mi familia en un poblado cercano a la ciudad de Campeche. Recuerdo haber cruzado un pequeño huerto donde el maizal ya había crecido, mientras mis padres caminaban al otro extremo de la calle. De pronto sentí que algo golpeó mi brazo. Al voltear, creí ver una pequeña sombra que corría entre el maíz. Me asusté tanto que fui corriendo con mi mamá; le tomé la mano sin dejar de voltear a todos lados, hasta llegar al hotel.
 

Existen diferentes versiones sobre el origen del aluxe: por un lado, se dice que es un espíritu de la naturaleza y el primer poblador de la tierra; que existió incluso antes que el sol; por otro, cuentan que es el espíritu de los niños muertos antes de la conquista española.

El aluxe, travieso por naturaleza, tiene apariencia de anciano, estatura de niño y rasgos indígenas. Usa una especie de sombrero y alpargatas hechas con fibras naturales como la palma.

Los brujos o sacerdotes mayas creaban un aluxe “por encargo”, durante una ceremonia que tardaba siete semanas, ya que solo se podía llevar a cabo los viernes.

El duende medía un poco menos de 50 centímetros de estatura y era creado a partir de barro virgen, procedente de las cuevas donde no había entrado mujer alguna. Se mezclaba con nueve gotas de sangre de quien fuera a ser su amo para establecer un fuerte vínculo entre ambos.

Después de la ceremonia, el amo levantaba un altaren algún lugar escondido. Dejaba ahí a su aluxe y le dedicaba oraciones y ofrendas para que éste cobrara vida por la noche para cuidar de sus animales y tierras.

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