Siempre con una amplia sonrisa, la soprano española Montserrat Caballé, quien murió este sábado en Barcelona a los 85 años de edad, rompió esquemas durante medio siglo de carrera en la que consiguió unir ópera y rock de la mano de Freddy Mercury.

Con un dominio legendario del arte del "pianissimo", una técnica exquisita y una voz potente y versátil, esta artista catalana rompió esquemas al interpretar tanto piezas de Rossini, Bellini o Donizetti como de Mozart o Dvorak.

"No hay otra cantante femenina que haya cantado en toda su vida desde Norma hasta Isolda, desde doña Elvira a Salomé. Esto es absolutamente único en la historia de la música y todo a ese nivel", afirmaba en un documental sobre la soprano en 2003 el exdirector de la ópera de Viena, Ioan Holender.

Nacida el 12 de abril de 1933 en Barcelona en el seno de una familia modesta, María Montserrat Viviana Concepción Caballé i Folch, cursó sus estudios musicales en el conservatorio del Liceo.

Debido a los problemas económicos de su familia,que incluso llegó a perder su casa, estuvo a punto de verse obligada a abandonar su formación pero finalmente pudo proseguir su carrera gracias al apoyo económico de unos mecenas.

Antes de poder mostrar su talento en la que ha considerado siempre su casa, el Liceo de Barcelona, Caballé debutó en la ópera de Basilea en 1956 con "La bohème" de Giacomo Puccini y después se trasladó dos años a Bremen (Alemania).

El 7 de enero de 1962, la catalana se estrena por fin en Barcelona interpretando a Arabella de Strauss. Supone el inicio de una larga historia de amor entre la cantante, su público y el Liceo, al que volvería en numerosas ocasiones a lo largo de su carrera.

Sin embargo, la irrupción al estrellato se produjo en Nueva York en 1965, cuando se enfrentó a la difícil papeleta de sustituir a Marilyn Horne en "Lucrecia Borgia" de Gaetano Donizetti.

El éxito fue abrumador y dos años después interpretaba su primera "Traviata" de Verdi bajo la dirección de Georges Pretre.

"Uno de los éxitos más fulminantes que se hayan visto jamás. Conquistó Nueva York", dijo Horne.

Convertida definitivamente en estrella de la lírica, Caballé actuó en los escenarios más prestigiosos del mundo: la Metropolitan Opera House de Nueva York con "Fausto" de Charles Gounod, La Scala de Milán con "Norma" de Bellini o el Royal Opera House de Londres con "La Traviata".

Tras haber interpretado más de ochenta personajes operísticos, la versatilidad de Caballé fue un paso más allá en 1988 cuando grabó junto a Freddy Mercury, del grupo de rock británico Queen, el álbum "Barcelona".

"Para el mundo de la ópera fue una revolución, una auténtica revolución", dijo ella misma en el documental de 2003, "Más allá de la música", realizado por la televisión pública española.

El sencillo del álbum, "Barcelona", se convirtió en el himno de los Juegos Olímpicos de 1992 que acogió la ciudad. Su interpretación en la ceremonia inaugural, sin Mecury que había fallecido el año anterior, fue uno de los momentos estelares de la celebración.

Pese a sus problemas de salud --veinte años atrás se le había detectado un tumor maligno--, Caballé siguió en activo aunque regulando cada vez más sus actuaciones.

El 5 de enero de 2002, la soprano actuó de nuevo en Barcelona, cuarenta años después de su debut en el Liceo, cuyo incendio ocho años antes había hecho saltar las lágrimas de Caballé.

Diez años más tarde, el mismo teatro le ofrecería un emotivo homenaje tras más de medio siglo de carrera con la presencia del tenor español José Carreras y su hija soprano Montserrat Martí, fruto de su relación con el tenor Bernabé Martí.

Sus últimos años se vieron salpicados por ictus y conmociones cerebrales que le hicieron ingresar en el hospital varias veces así como por un caso de fraude fiscal en España por el que terminó condenada a seis meses de prisión en diciembre de 2015.

Sin embargo, evitó ingresar a la cárcel y tuvo que pagar una multa de más de 250.000 euros por fraude fiscal tras cerrar un acuerdo con la justicia.

La carrera de Caballé, considerada la mejor cantante de ópera española, le llevó a ganar varios premios y distinciones como el Príncipe de Asturias de las Artes de 1991.

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