En La voz pública de las mujeres, la escritora Mary Beard hace un recuento del rol silencioso que se ha impuesto públicamente a las mujeres en la tradición grecolatina. Identifica dos excepciones: la voz de las mujeres víctimas y mártires y la voz de las que hablan para defender a otros. En este recuento, la capacidad de pronunciar ideas y pensamientos se identifica como un atributo masculino; las mujeres que salían de este esquema ponían en duda su feminidad. Los remanentes de ese pensamiento perduran; se siguen instaurando zonas de silencio a nuestra palabra. La falta de referentes de voces públicas femeninas hizo que la decisión del Concejo Indígena de Gobierno de escoger a una mujer como vocera se recibiera como un llamado a terminar con este mutismo. Durante el conversatorio “Miradas, escuchas y palabras. ¿Prohibido Pensar?”, Marichuy narró lo que escuchó en su recorrido por el país: los despojos que le contaron, los miedos y tristezas de otros.

En el conversatorio, las voces de mujeres pidieron cambiar la narrativa tradicional. No basta tener espacios para compartir públicamente si no se escucha, si acaban imperando los discursos acaparadores y perspectivas masculinas. Incomodidad al experimentar en carne propia ese lugar tradicionalmente masculino, donde se habla para que los demás escuchen en silencio.Como cuenta Lupita, nosotras no queremos hablar para imponer nuestra perspectiva, lo que queremos no es caminar por delante de los hombres: lo que queremos es compartir el rumbo y la palabra.

En el país están instaurándose campos de silencio, zonas donde los periodistas no pueden reportar las matanzas y donde los que lo intentan idean una estrategia en la que una desaparición más o una matanza más logre ser noticia.

Cuando la periodista Marcela Turati llegó a San Fernando, Tamaulipas, para cubrir el hallazgo de fosas clandestinas, una mujer la increpó sobre la tardanza en llegar: “Parecía que hablábamos desde abajo del mar”. Sus reclamos habían sido ignorados durante años.

Las voces de las mujeres que escuché en el conversatorio invitaban a cambiar los esquemas, a romper la tensión superficial del agua que nos enmudece. Retomando a Beard, nuestra voz sigue siendo pública cuando se habla de nuestras violaciones o de sufrimientos ajenos. En lugar de propiciar el protagonismo y la imperiosa necesidad por contar una historia personal, perdura el anhelo por compartir y dialogar. Retomando las palabras de Lupita: “Yo no quiero ser como un hombre [...] En esta lucha nos necesitamos todos”.

Directora ejectutiva de Impunidad Cero.

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