La buena noticia es que Tomás Yarrington pagará por sus crímenes, la mala, es que primero lo hará ante la justicia de Estados Unidos.

El procurador general de la República, Raúl Cervantes, y el fiscal general estadounidense, Jeff Sessions, se pusieron a jugar ping pong con la extradición del ex gobernador de Tamaulipas, capturado el domingo 9 de abril en Florencia, Italia.

Los titulares justicieros acordaron que Estados Unidos sea el primer país que recibe la extradición del ex gobernador de Tamaulipas, pero antes, autoridades mexicanas podrán tomarle declaración en la prisión florentina de Solliciano, donde fue recluido por la justicia italiana. O sea, nos lo van a prestar nomás tantito.

Tomás Yarrington será procesado en Estados Unidos por los delitos de confabulación criminal con los cárteles de El Golfo y Los Zetas para traficar cocaína, haber recibido sobornos para organizar un tinglado de protección estatal a las operaciones de esas bandas delictivas, lavado de dinero y fraude. La sentencia podría tardar un par de años.

De allá vendrá pa’cá, extraditado temporalmente, para saldar cuentas pendientes que datan de 1998, por delincuencia organizada, operaciones con recursos de procedencia ilícita y delitos contra la salud, en la modalidad de colaboración y fomento del narcotráfico. También siguen en el aire señalamientos por la probable participación de Yarrington en el asesinato de Rodolfo Torre Cantú, candidato priísta al gobierno tamaulipeco, ocurrido en junio de 2010.

Una vez juzgado acá, Yarrington será devuelto pa’llá; para cuando acabe de purgar castigo allá se venga de vuelta pa’cá.

Para explicar lo que puede leerse como un enredo, el subprocurador jurídico y de asuntos internacionales de la Procuraduría General de la República, Alberto Elías Beltrán, nos explicó que Yarrington fue detenido con base a dos notificaciones rojas de Interpol. Una presentada por las autoridades mexicanas y otra por el gobierno de Estados Unidos. Los tratados de extradición celebrados por México con Estados Unidos e Italia, prevén que cuando una persona es requerida por dos países, “lleva mano” el que haya solicitado la mayor pena para el acusado. Esa fue la razón por la cual la PGR y el Departamento de Justicia de Estados Unidos establecieron la mejor mecánica para que Yarrington sea juzgado en ambos países. Repito, primero allá, de allá pa’ca, de acá pa’llá y luego otra vez de allá pa’cá.

Sin duda, este laberinto jurídico internacional es una manera elegante de reconocer que los vecinos del norte han hecho la chamba mejor que las autoridades mexicanas; que allá armaron un expediente más robusto; que aquí somos más suavecitos con los duros; que la colaboración gringa con la Interpol y las autoridades italianas pesó mucho más para lograr la captura del probable delincuente tamaulipeco.

Tomás Yarrington fue intocable y todopoderoso durante 18 años largos, incluidos los periodos de Eugenio Hernández y Egidio Torre Cantú. Le recuerdo que gozó de la protección de escoltas oficiales hasta octubre pasado, aun cuando era prófugo de la ley desde hacía cinco años… y eso sólo pasa acá, no allá.

EL MONJE FOTOGÉNICO: Para el gobierno, Javier Duarte es un trofeo de caza, aunque esté fuera de casa. Para el resto de los mortales nacionales, el ex gobernador veracruzano es un cínico cobarde que se escondió seis meses después de robar seis años. Verlo tirado en el piso de una jaula rodante, esposado, impotente, derrotado, hundido, con la panza de fuera, preso dentro de un chaleco blindado, dos tallas más chico que su cuerpo obeso, resulta una imagen tan poderosa como una extradición. La fotografía de ayer en la portada de EL UNIVERSAL es caricatura patética; vale más que mil palabras, quizá millones de votos, pero votos en contra de un partido que por culpa de sinvergüenzas como Duarte parece haber transitado de la democracia a la cleptocracia, apunta, con acidez el analista Juan Pardinas.

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