Vaya que la “pobreza franciscana” que pregona el presidente de la república va en serio. Los recortes en el presupuesto de egresos de la federación para el año que entra están a la orden del día.

La relevancia del documento es mayor, pues además que determina el gasto público en lo federal, es a partir de éste que se conoce con exactitud cuánto le corresponderá a los gobiernos locales por conceptos como las aportaciones y participaciones federales, para atender sus necesidades básicas, de las cuales dependen en su mayoría. En palabras del Secretario de Hacienda, se trata de un presupuesto austero, sin endeudamiento ni aumento de impuestos.

Con una tasa a la baja de crecimiento del PIB, menor a la del año pasado y una inflación que ya superó los ocho puntos porcentuales, el panorama es complicado y, en cierta manera, ya no hay para dónde hacer más la cobija. Y es que, de acuerdo con los Criterios Generales de Política Económica, el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) en 2023 se pronostica en 3%, lo que si bien se alinea con las perspectivas del Fondo Monetario Internacional (FMI), no es nada alentador para enfrentar todos los retos y necesidades de la población.

El presupuesto para el año siguiente no refleja nada bueno: austeridad absoluta, recortes drásticos en la estructura de gobierno y disminución importante en programas sociales.

No obstante, en lo que no se ven los recortes y mucho menos la austeridad, es en los proyectos emblemáticos del presidente de la república: Tren Maya, Dos Bocas Tabasco, AIFA, entre otros. Recursos que en su mayoría no sabemos cómo son aplicados, pues al estar bajo el halo de las fuerzas armadas, todo es de “seguridad nacional”.

Y es que algo que no puede presumir este gobierno es de transparencia, pues cada vez apunta más a concentrar los recursos en unos cuantos programas y, sobre todo, en el sector central, sin reglas claras de operación o distribución, se le permite tener un amplio margen de maniobra sin mayor vigilancia.

La desaparición de un gran número de programas, fideicomisos y otros fondos para atender situaciones extraordinarias, a fin de direccionar los recursos a dichos proyectos, han hecho del presupuesto de egresos una alcancía sin fondo para la 4T; todo bajo una falsa justificación: evitar corrupción y agilizar procedimientos.

Con una desaceleración evidente y un nulo crecimiento, estamos ante un panorama incierto y sombrío, donde la economía seguirá en contracción.  En otras palabras, se tendrá mucho menor recurso para atender las necesidades básicas del gobierno y de la población.

Frente a ello, el reto que enfrenta ahora el gobierno es enorme, pues además que debe considerar los gastos ordinarios, estamos en la antesala de uno de los procesos electorales más complejos en el Estado de México y Coahuila para el 2023.

De suerte tal que el panorama no es nada alentador y lamentablemente son los sectores más desfavorecidos quienes resultarán los más afectados, pues al final quienes terminarán perdiendo con los recortes serán, como siempre, las y los ciudadanos.

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