A Roberto Loyola con cariño

Siempre, los días posteriores a las elecciones son difíciles. Si se ha ganado, empezamos a imaginar lo que es el futuro político, que estará sujeto al escrutinio ciudadano con la misma ferocidad con que se defendieron y enfrentaron las ideas durante la campaña. En el sentido opuesto, si los apoyos no favorecen, se comienzan a ponderar los errores y los aciertos, a pensar en el siguiente movimiento en ese espacio tan excitante y atemorizante que puede ser la política. Para nadie es un secreto que mis simpatías en esta contienda electoral estuvieron con Roberto Loyola, a quien conocí poco tiempo después de establecerme en el que ahora considero mi hogar permanente, es decir, nuestro municipio de Querétaro. De esto estoy profundamente orgullosa, por lo aprendido y por las posibilidades que se abren para nuestro futuro como municipio, que es el primero en el país en institucionalizar la lucha contra la discriminación.

En principio, Loyola me escuchó atento cuando le relaté la experiencia que había tenido al trabajar con mi padre, Gilberto Rincón Gallardo, en la ruta institucional de lucha contra la discriminación; luego me pidió mi opinión acerca de lo que, desde mi humilde experiencia, haría falta en Querétaro para impulsar un proyecto antidiscriminatorio; y, finalmente, me dijo que esa idea ya era suya también. Ya en la Presidencia Municipal al año siguiente, en 2012, me invitó a trabajar en su Gabinete y pronto nos reunimos para crear el Instituto Municipal para Prevenir y Eliminar la Discriminación; nos encontramos en muchas de las Caravanas por la Inclusión; en aquellos miércoles en los que íbamos de Puerta en Puerta preguntando a la ciudadanía por el rumbo del trabajo de todas y de todos en las diferentes colonias y la manera de mejorarlo; en la creación y presentación del Programa Municipal por la Igualdad y la No Discriminación; en las reuniones de acuerdo en las que me encargaba a sus ciudadanos y ciudadanas, a darle un trato respetuoso y digno a las mujeres indígenas, los niños y niñas con discapacidad, a los adultos mayores violentados; coincidimos muchas veces en los salones de la Universidad Autónoma de Querétaro, para echar a andar espacios académicos de reflexión; y nos vimos muchas veces al final del día, ya con el cansancio de la jornada, pero siempre dispuestos a intercambiar impresiones y a corregir lo que se podía corregir.

Esta pasión seguirá en Roberto y en mi, de eso estoy segura; estará presente en los espacios y proyectos futuros en los que coincidamos. Compartimos lo que significa ser políticamente responsable y mesurado en un contexto político donde lo contrario parece la norma: el enfrentamiento estéril, la lucha descarnada, el abandono de los ideales éticos.

En política, tenemos una diversidad muy amplia de interlocutores. Nos encontramos con otros funcionarios y funcionarias, y entonces tenemos que discutir la racionalidad de los proyectos comunes y los presupuestos. Nos encontramos con la academia, y entonces tenemos que apropiarnos de las razones de la investigación y el debate académico, para traducirlo en acciones concretas. Pero cuando nos encontrábamos con las organizaciones civiles o los activistas de a pie, sobre todo aprendimos a escuchar, a poner toda nuestra atención en las palabras de quienes han sido depositarios históricos de la injusticia; aprendimos a escuchar las razones de las víctimas, de quienes han visto sistemáticamente violentados sus derechos humanos. Y en todo momento, la figura de Roberto Loyola me hacía pensar que las razones y las palabras de estas personas no podían caer en el vacío, que teníamos que hacer algo al respecto.

Hoy inicia una nueva etapa para Querétaro, en la que tenemos que ser más civiles, mas responsables, más éticos, más demócratas. Por mi parte, seguiré la ruta de la igualdad, los derechos humanos y la no discriminación, consciente de lo que he aprendido, de mis herencias y mis deudas éticas. Por todo esto, quiero agradecer públicamente la generosidad de Roberto Loyola por la oportunidad de ser parte de su proyecto de cultura de la paz, los derechos humanos y la no discriminación, lo que siempre hicimos con transparencia y de cara a la ciudadanía.

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