Uno de los impactos más severos que ha sufrido nuestro país, ha sido la pérdida de empleos. Dada la recesión económica y la disminución de actividades, producto del encierro y el aislamiento, miles de mexicanas y mexicanos han sido cesados de sus centros de trabajo. Muchos de ellos, sin causa justificada y contra toda disposición legal.

Según información oficial del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), en los cinco meses que lleva la emergencia sanitaria, se han perdido más de un millón doscientos mil empleos formales; sin embargo, de acuerdo con la opinión de varios expertos, ello solo es la punta del iceberg, pues en el sector informal se está manejando cifras que rebasan los diez millones.

Pese a ello, el gobierno federal no escatima en optimismo y su titular sigue afirmando que “no nos fue tan mal”, presumiendo que en agosto se recuperaron alrededor de 52 mil empleos formales. Ante esto, me pregunto, ¿Dónde quedó la promesa de crear dos millones de empleos?
Todo parece indicar que esas y otras quedarán en el baúl de los recuerdos y los buenos deseos, pues como muchas veces sucede, la realidad ha superado a la ficción. Y es que la situación no va nada bien y los mexicanos han tenido que dejar de lado la seguridad de su futuro por la supervivencia del presente.

En estos días, la Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro (Consar), indicó que, en julio de este año, los mexicanos hicieron retiros parciales de sus Afores por un monto de mil 993 millones de pesos, lo que representa  85% más que en  2019, cifra histórica en este rubro.
Así como con el número de muertos por la pandemia y el nulo crecimiento económico, parece que la actual administración se está acostumbrando a romper récords, pero negativos, ya que este dato lo que en realidad refleja es la desesperación que están viviendo miles de personas por conseguir recursos.

Me queda claro que los 52 mil empleos recuperados son un dato positivo, pero insuficiente, y que éstos no son producto de la política social del gobierno, sino del esfuerzo de miles de mexicanas y mexicanos que, con determinación, han salido a buscar mejores oportunidades, a pesar de las circunstancias.

Considero que todas y todos somos conscientes de los tiempos extraordinarios que estamos viviendo y del entorno complejo cuyos efectos no hemos podido predecir; sin embargo, lo que también me parece irresponsable, es tratar de minimizar el tema y pretender mantener una postura “optimista” ante un entorno por demás negativo.

El gobierno debe entender que con toques de queda, ceremonias solemnes en honor de las víctimas, discursos optimistas o decretos que ordenan luto nacional, no es como revertiremos los efectos de la pandemia, sino con liderazgo, perseverancia e ingenio.

No se trata de darse por vencido, sino de emplear acciones efectivas que realmente atiendan y resuelvan el problema; acciones extraordinarias que, desde hace meses, todas y todos estamos esperando y que todo parece indicar, no llegarán en breve tiempo.

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