El 13 de julio de 1955, por primera vez en la historia, las mujeres acudían a las urnas para depositar su voto en una elección federal. Ese momento fue la coronación de una lucha incansable que tuvo sus inicios desde el siglo XIX, y que se institucionalizó hasta el 17 de octubre de 1953, justamente, hace 65 años.

Sin duda, para las mujeres de esa época, ese instante sería la cúspide de un sueño alcanzado, un sueño que había tardado más de cien años en gestarse y que por fin percibían en la realidad; sin embargo, no vislumbraron que ese acto, más que ser un fin, sería la semilla de algo más grande que germinaría y crecería hasta el día de hoy.

Por eso, el pasado 17 de octubre de este año, la suscrita y varios miembros de esta Legislatura, recordamos con honor y respeto ese momento histórico, sembrando en cierta manera nuestra propia semilla que será abierta por las futuras generaciones en 35 años. Me refiero a una “cápsula del tiempo” en la que legisladoras, funcionarias y activistas, depositaron algún mensaje, recuerdo o sueño, para dejar constancia del momento democrático que vivimos. Y no es para menos.

Con la reforma constitucional de 2014, se garantizó la igualdad de género en la postulación de candidaturas y, por segunda vez en la historia del Estado, las mujeres, somos mayoría en el Congreso Local. Avances significativos en pro de la igualdad de género y de una democracia efectiva, pero insuficientes ante los retos que tenemos que afrontar.

No obstante que la igualdad sustantiva entre mujeres y hombres está reconocida en la ley, la realidad es que aun vivimos altos índices de violencia, marginalidad y discriminación. Basta con recordar los casos de feminicidios, trata de personas y acoso sexual que se registran diariamente en nuestro país; así como la poca participación de las mujeres en áreas torales para la toma de decisiones.

En este contexto, debemos alzar la voz, participando y proponiendo lo necesario para consolidar tan anhelado fin, pues algo que no debemos obviar es que la disputa de la mujer por perdurar y abrirse camino no ha sido fácil.

Más allá de la política, existe otra lucha que enfrentan miles de mujeres contra el cáncer de mama, una enfermedad lacerante que acaba no solo con su físico, sino también con el espíritu de quienes la padecen.

Siendo una de las principales causas de muerte en nuestro país, obliga a quienes estamos en el sector público, a poner mayor énfasis en la prevención y temprana detección de ese mal.

A esas mujeres que sufren tal aberrante patología, les brindo mi más alto reconocimiento, pues no hay más valentía que enfrentar una guerra en solitario.

Por ese y otros motivos, es que las mujeres debemos sumar esfuerzos con el ánimo de seguir luchando, abriendo brecha en ese camino lleno de obstáculos al que nos enfrentamos día con día y con la firme convicción de que, tarde o temprano, conseguiremos nuestros objetivos, como en su momento lo hicieron nuestras antepasadas.

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