A lo largo de la historia, la política exterior de México se ha caracterizado por defender el principio de “no intervención”. Prueba de ello es la conocida “Doctrina Estrada”, llamada así por el respetable excanciller Genaro Estrada, quien defendió la postura de neutralidad frente a los sistemas internos de gobierno.

Esa forma de actuar ha permitido a nuestro país mantener relaciones constantes, amistosas y fructíferas con gran parte de los países. Postura que ha sido repetidamente defendida y difundida por el presidente López Obrador en sus conferencias mañaneras e intervenciones públicas.

Hasta aquí todo marcha muy bien. No obstante, las cosas pierden su balance cuando los mandatarios asumen una posición parcial en función de ideologías políticas, tal y como pasó en el año 2002, donde el expresidente Vicente Fox protagonizó uno de los eventos más bochornosos para la diplomacia mexicana con su famosa frase: “comes y te vas”, dirigida al exlíder cubano Fidel Castro.

Evento que ha sido duramente criticado por el actual presidente de México como un ejemplo de intervencionismo y no respeto a la libre autodeterminación de los pueblos; sin embargo, conforme pasan los años, vemos con incredulidad que su discurso adolece también de incongruencia, pues su respeto por el principio de “no intervención” y la Doctrina Estrada es, por decir menos, poco creíble.

Prueba de ello es la felicitación que le hizo al recién nombrado presidente de Colombia, Gustavo Petro (de ideología de izquierda), a escasos minutos de haber obtenido la victoria. Felicitación en la que no sólo fue amistoso e institucional, sino que mostró una algarabía exacerbada, recordando hechos pasados y haciendo alusión a la oposición como “conservadores de Colombia”.

Sin duda, el mandatario no ocultó su exaltación por el triunfo de su homólogo colombiano, como tampoco lo hizo con Gabriel Boric, de Chile, que también comparte su misma ideología y como así lo ha hecho con otros de su misma corriente; defendiendo por ejemplo a los mandatarios de Nicaragua, Cuba y Venezuela para que fueran invitados a la Cumbre de las Américas.

En cambio, cuando se trató de la elección del presidente Joe Biden (no obstante que Estados Unidos es el primer socio comercial de México) tardó 39 días para felicitarlo; hecho por el que, por cierto, se ha tensado la relación entre ambos países. O también cuando el presidente de Uruguay, Luís Lacalle, ganó las elecciones, donde el presidente de México no demostró mayor entusiasmo y sólo extendió un comunicado seco y sobrio de la cancillería.

En este sentido, pienso que fijar posturas ideológicas en la política es natural; pero lo que me parece inaceptable es utilizar la embestidura presidencial y el nombre de nuestro país para apoyar o denostar proyectos, personajes, posturas o ideologías políticas en el extranjero. Creo que si vamos a pregonar por el principio de “no intervención” ello debe ser parejo, y no sólo cuando el candidato o candidata sea afín a la postura del presidente.

Solo así evitaremos tropiezos o resbalones diplomáticos que, como el caso de Fox, generen errores que dañen irreversiblemente nuestra reputación en el mundo ¿no lo cree?

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