Cuando John Lennon compuso su magistral Imagine, en donde visualizaba un mundo unido sin distingos, algunos lo consideraron una utopía. Ese ideal se hizo realidad el 19-S.

Ya vimos lo que hicimos, de lo que somos capaces como sociedad ante el desastre, demostramos nuestra capacidad de organización, de sensibilidad ante el otro, de solidaridad. Lo vimos una y otra vez, lo seguimos viendo.

He visto a muchos partirse el alma por otros, dar, ayudar, sentirse uno con la sociedad; he visto a muchos preocupados por los niños atrapados y siguiendo la noticia minuto a minuto.

Vi mucha gente formada para ayudar, muchos queriendo donar, muchísimos voluntarios, unos regalando, otros contribuyendo, duplicando, ofreciendo sus servicios sin costo, haciendo descuentos, sacrificando ganancias.

Muchas imágenes tristes, pero también otras esperanzadoras, como la del soldado abatido por no llegar a tiempo, la dulce anciana descalza llevando su donativo o el joven en silla de ruedas con un bulto en la espalda. Imágenes de verdadera enseñanza.

Ahora lo que viene es lo importante: no olvidar la lección. Además, de seguir reforzando la cultura de la prevención, ya vimos que la sustentabilidad social está en la actitud, en la percepción personal hacia el otro.

Dejamos de criticarnos, de atacarnos unos a otros. Me preocupa que la constante de varios meses había sido la crítica con saña de actores públicos, del miedo hacia tanta inseguridad, de la desconfianza, de los escándalos de corrupción. Me sorprende ver los comentarios en internet tan llenos de odio, tan intolerantes, vulgares, con las consecuencias en la afectación moral de otros y del acostumbrarnos a que México es así. Yo no lo creo.

La unidad de un país comienza en la microfísica de sus ciudadanos, en sus mundos privados, en su mentalidad y percepción positiva y propositiva de su entorno, en la sensación y autoconcepción de que somos agentes de cambio, en que no podemos delegar la responsabilidad fundamental de nuestras vidas a los actores políticos y de la administración pública.

Vimos muchos ciudadanos que tomaron esa responsabilidad en sus manos de inmediato en la Ciudad de México, pero en otros estados vimos ciudadanos abatidos, pidiendo ayuda. Aún así el corazón de los mexicanos se abrió ante la desgracia, nos sensibilizamos ante el dolor de nuestra gente herida, mas creo debemos trabajar en que de esto salgamos más fuertes de carácter y de acción, más sensibles, humanos.

Hoy vi a la gente distinta. Hoy fui más comprensivo, empático, tolerante, comprendiendo que ellos, los que veo pasar todos los días por la calle, pueden ser mis salvadores mañana, después de tanta tragedia.

Hoy comprendí que, ante la incertidumbre, seguimos siendo hermanos y no estamos solos.

Ahora la asignatura pendiente es la madurez moral, la evolución social que nos dirija hacia la concientización de aquellos que aún les falta entender esto, para que ya no roben, no maten, no abusen.

Creo que es momento de promover un círculo virtuoso que nos lleve al nivel social que ya vimos y que no quisiera que se nos olvidara tan pronto, que no volvamos a la cotidianidad tan agresiva e incierta.

Sabemos que la actitud se reproduce con el ejemplo, con el modelaje de conducta y no a la sombra de un pizarrón en un aula. Por lo tanto, todos podemos ser maestros y arquitectos de nuestro destino nacional, si promovemos conductas tan sencillas como la amabilidad hacia el otro, la empatía, la tolerancia, el respeto.

Eso se reproduce solo. Nos alegra el día un buen comentario o una sonrisa, está comprobado.

Ahora nos toca hacer la tarea.

Especialista en educación, desarrollo organizacional y humano

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