Entre una serie de iniciativas pendientes de gran relevancia nacional, surgió en el Senado un tema no legislativo, que se perdió entre notas de verdadero peso, como la expansión del coronavirus, así como la disputa petrolera entre Rusia y Arabia Saudita. El tema, que pasó casi desapercibido, fue la supuesta colocación de micrófonos en la sala de juntas de Grupo Parlamentario del PAN en la cámara alta. Entre dimes y diretes sobre cuándo se habrían colocado y quién o quiénes, surgieron varios sospechosos, algunos comunes otros no, como Manlio Fabio Beltrones e incluso panistas de otras épocas, de otras mesas directivas cuando el albiazul tenía el control. Otras tantas teorías fueron vertidas, incluida que fuera el propio gobierno federal, nada más descabellado.

Por supuesto que el tema tiene algo de trascedencia, quizá y sólo quizá, en otro momento hubiera sido nota, pero al final sólo se “descubre” algo que los ciudadanos ya daban por hecho, que los políticos espían y que se espían entre sí. Se trata entonces de políticos escuchando a otros políticos, en sus conversaciones, estrategias, críticas y tantas otras cosas que se repiten en público y en lo no tan privado. Muchas cosas en la política se filtran principalmente por la imprudencia y la incontinencia verbal de algunos.

Aún así y como respuesta para tranquilizar los ánimos internos en el Senado, en un período ordinario que se acerca a su término y en el que el coordinador morenista Ricardo Monreal aún tiene muchas iniciativas que sacar adelante, la Junta de Coordinación Política llegó a un acuerdo para recomponer el rompimiento, quizá provocado, que se había generado usando como pretexto el intento de micrófono-gate. Se acordó verificar, por medio de la Secretaría Administrativa la Cámara, que no haya otros aparatos similares a los encontrados en la sede del Senado y así tener tranquilos a los legisladores que ya no hay escuchas, electrónicas al menos, en las instalaciones.

Reitero, se trata de políticos espiando a políticos, lo cual no está bien, es reprobable, sea quién sea que lo haya hecho, en cualquier momento político, pero al final parece que el agravio es que los espíen a ellos y no a otros fuera de esa burbuja política. Parecen olvidar que el espionaje gubernamental e incluso privado, violentando las leyes que protegen nuestras comunicaciones y nuestra privacidad, es cosa de cada día.

Si bien hubo ya un compromiso del gobierno federal para que el Centro Nacional de Inteligencia, que sustituyó al Cisen, no espié a los enemigos del gobierno, sino vigile a los enemigos del Estado, siguen existiendo en los estados y algunas de sus dependencias locales, aun las autónomas, prácticas de espionaje con mucho más herramientas que las descubiertas en las instalaciones del Senado.

Cuántas y cuántas intervenciones telefónicas se han dado a conocer en los medios, entre políticos, empresarios, algunas que han revelado cosas que constituyen faltas a la ley, pero que se evidencian a través de la comisión misma de un delito, así como otras que son intervenciones a la vida privada de líderes de opinión.

Así entonces los hallazgos en las instalaciones del Senado, nos recuerda que, aunque los políticos se indignen porque entre ellos se espían, existen a niveles locales herramientas y políticas de espionaje, intervenciones telefónicas, así como tantas otras menos sofisticadas pero con el mismo objetivo. Si tanto indignó a los senadores los micrófonos, quizá sea momento que, en representación de tantos otros que no son políticos, revisaran marcos legales y ejecución de los mismos, para que gobiernos locales de todos los colores dejen de usarlos. O será que eso no importa tanto, eso no agravia o eso sí está justificado. Políticos espiando a políticos, ¿Y los ciudadanos?

Abogado con maestría en Politícas Públicas@AMaximilianoGP

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