Con tristeza observo cómo millones de electores se inclinan a votar en contra de algo o de alguien y no a favor de una propuesta de gobierno o en favor de algún candidato. No, sólo observo cómo millones emitirán el llamado “voto de castigo” o el “voto del miedo” sin la menor reflexión, sin analizar las causas de su enojo o de su miedo y, sobre todo, sin analizar si las propuestas “del otro” —por el que entonces votarán— efectivamente resuelven o, por el contrario, agravan aquello que queremos se resuelva. Observo cómo millones se inclinan a votar “por el menos malo” o “considerando que ya no podemos estar peor, votaré por el otro, por quien nunca ha gobernado el país” (recordemos que si no valoramos lo que tenemos, mucho o poco, y no lo cuidamos, lo podemos perder. “Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”, dice el refrán)
Es preocupante que millones de mexicanos, entre los cuales se encuentran cientos de miles de estudiantes universitarios y profesionistas expertos en sus campos profesionales, no se cuestionen si las “promesas de campaña” de todos los candidatos son sólo buenos deseos o si realmente son propuestas, y si sí lo son, si éstas son viables o no. Es preocupante que no investiguen y analicen con seriedad las trayectorias, capacidades y hasta ideologías de los diversos candidatos. Considero que es crucial que se observen y analicen los resultados alcanzados en sus vidas profesionales y políticas, y esto, incomprensiblemente, no está ocurriendo. No, en general no reflexionan sobre todo ello, y por lo tanto no lo valoran. Simplemente votarán en contra de quien asumen es culpable de todos sus problemas, sea cierto o no (difícilmente alguien va a reconocer que no tiene el trabajo con el sueldo que quiere o cree merecer porque o no se preparó laboralmente o porque no se compromete y actúa con responsabilidad; siempre ha sido y será preferible echarle la culpa a alguien más que asumirla como propia; de ahí el refrán popular que dice que “es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio”).
Más preocupante es que todos ellos, y dado que en su interior ya tomaron una decisión de por quién votar, cierran su mente y se niegan a procesar o analizar información nueva. Se niegan a repensar y valorar sus decisiones sobre otros ángulos o puntos de vista. Simplemente se cierran mentalmente y los rechazan; vamos, ni siquiera los escuchan (por eso parece inútil tratar de convencerlos). Por ello es importante entender que la mente humana trabaja de una manera muy peculiar y que en ciertos momentos dicho funcionamiento parece irracional. La mente humana tiende a, digamos, ser perezosa, por lo que una vez que toma una decisión se bloquea, se cierra y se niega a revisar y analizar dicha decisión.
Por lo anterior es que invito a que todos abramos nuestra mente y valoremos las ideologías, trayectorias y resultados obtenidos de todos los candidatos en sus carreras profesionales y políticas. Los invito a que ello lo hagamos desde diversos ángulos, a que los observemos con diferentes lentes. Los invito a que, sin prejuicios, resentimientos ni apetitos personales, analicemos la viabilidad de sus promesas de campaña; los invito a que distingamos si sólo son buenos deseos y por tanto pura demagogia o si realmente son propuestas viables.
Finalmente, y con el objetivo de enriquecer nuestra decisión sobre por quién votar, los invito a que escribamos en un papel las razones por las cuales votaremos por el candidato elegido. Los invito a que cada quien guarde ese papel para que a futuro podamos revisar si nuestras razones fueron válidas y, lo más importante, si el candidato, en ese momento ya Presidente, nos cumplió o no.
Fuente de los deseos. Ojalá que todos reflexionemos sobre por quién votar; ojalá que nuestro voto lo emitamos con un sentido positivo, en favor de algo o no en contra de todo. Ojalá los mexicanos valoremos lo que tenemos, ya que, de no hacerlo, lo pudiésemos perder. Ojalá no vivamos y suframos lo que señala el refrán: “Nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido”.