Hablar sobre el crecimiento de esta ciudad y su zona conurbada, no es ninguna novedad y mucho menos después de seguir de cerca un proceso electoral como el que vivimos y donde se llegaron a extrapolar los retos y las características que, sin duda alguna, vive y vivirá una ciudad como la nuestra. He tenido la oportunidad de comentarlo con anterioridad en esta columna y de observarlo como ciudadano desde hace varias décadas. El crecimiento de la ciudad se inició cuando se decide una vocación industrial en la década de los sesenta, pero adquirió mayor dinámica hace prácticamente treinta años después de uno de los momentos más dramáticos que ha vivido nuestro país y fue el sismo del 19 de septiembre de 1985.

A partir de entonces, Querétaro reflejó en sus estadística una tasa de crecimiento superior al promedio nacional y poco a poco se abrió espacio en el grupo de ciudades intermedias que vienen acompañando, a distancia, a las grandes urbes. Adicionalmente, en estos años en los que la inseguridad se desbordo en otras entidades, la nuestra se convierte en un foco de atención y atracción para la inversión de capitales en muchos y diversos rubros, así como la obtención de empleos mejor remunerados, lo que propicia que el crecimiento se acelere más y junto con ello los múltiples retos que nuestra zona metropolitana ha venido enfrentando en un entorno de armonía que poco a poco enfrenta el riesgo de dejar de serlo.

Quienes habitamos Querétaro desde la segunda mitad del siglo XX asumimos que en el proceso de concentración de la población en la zona urbana, fue adquiriendo la vocación industrial y con ello las características que fueron delineando el perfil que nos caracterizó durante muchos años y en los que había un claro rezago en temas como comercio, servicios, recreación y esparcimiento, salud, etcétera. Poco a poco comenzó a ampliarse la oferta de muchos rubros y servicios que antes, solo era posible satisfacer fuera de Querétaro. De manera paralela, nuevas instituciones educativas de nivel técnico y profesional, fueron sumando a la tarea que tanto la Universidad Autónoma de Querétaro como el Tecnológico de Querétaro desempeñaban en la formación de generaciones de profesionistas.

Hoy día y prácticamente en un suspiro, la inversión en temas de comercio, turismo, servicios, aeronáutica, comunicaciones, educación, corporativos, construcción y más, dieron un vuelco al crecimiento de nuestra zona metropolitana, estableciendo nuevos retos ante una mucho mayor concentración de población a cualquier expectativa prevista con anterioridad. Retos como lo son la movilidad, donde considero que deberá haber alternativas al uso del automóvil más allá de mejorar y consolidar los medios existentes en la actualidad, así como ampliar las vialidades. Seguridad, salud, educación y muchos otros temas más que no es mi intención abordar de manera específica y detallada en estas líneas, están presentes.

Lo que sí quiero abundar es sobre la urgente necesidad de revisar, analizar y definir la visión del Querétaro que dejaremos a las nuevas generaciones que aún utilizan pañales. Cual es la vocación que tenemos para que las acciones dejen cada vez de contemplarse solo en el corto plazo y correspondan a un modelo de crecimiento y estrategias donde de una vez por todas se privilegie recuperar la armonía que propicia un entorno de oportunidades para los ciudadanos. Darle su real y justa dimensión a criterios más institucionales que discrecionales, de tal suerte que si pensamos, por citar tan solo otro ejemplo, que el turismo es una vocación, se piense no solo en hoteles y restaurantes, sino en todo aquello que implica que se puedan mover grupos de turismo tanto nacional como internacional y establecer acuerdos con otras entidades para que tengan expectativas mayores a un par de días o fines de semana y pensemos en ampliar la derrama económica que esta actividad implica.

Querétaro debe establecer prioridades y reconocer que no puede haber cinco números uno en lo que a vocación se trata. Por supuesto que pueden congeniar varios temas, pero ante todo, busquemos también la manera de hacer las cosas encima de la manera de no hacerlo. Las opiniones de organismos sociales y privados, los planes gubernamentales y la dinámica real que se vive en el crecimiento que día a día observamos, debe de reconocer un consenso y propósitos superiores a intereses estrictamente particulares o de grupo. Querétaro ha sido resultado de su propia historia y de las circunstancias que las últimas décadas le han presentado, más por sus bondades que por sus limitaciones. No dejemos que la dinámica que vivimos dé cuenta de las primeras y que los retos de hoy sean calamidades el día de mañana. Estamos en un momento crucial para que nuestra zona metropolitana mantenga la calidad de vida que quienes la habitamos deseamos mantener o mejorar.  Es momento de revisar  y consolidar la visión, el modelo y los criterios, para que con el orden y cuidados correspondientes pueda continuar algo inevitable: el crecimiento, en este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

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