Durante meses, muchas personas han tenido que vivir confinadas, para frenar la expansión del coronavirus. Para miles de mujeres las medidas de protección contra la pandemia por el Covid-19, que implican el encierro, llevan implícito un enorme peligro: refuerzan el aislamiento de quienes ya son víctimas de la violencia y las separan de casi todos los recursos que tienen para defenderse.

Hasta hace poco, 2020 se apuntaba como el año de las mujeres. Las movilizaciones alrededor del mundo y la conmemoración de los 25 años de la implementación de la Plataforma de Acción de Beijing, eran señales esperanzadoras. También, las multitudinarias manifestaciones del 8 de marzo, que colmaron las calles de distintas ciudades de nuestro país, seguidas del paro nacional Un Día Sin Nosotras, así lo gritaban. Sin embargo, ¡la pandemia vino a cambiarnos todo el panorama!

Desde antes de que existiera el Covid-19, la violencia doméstica ya era una de las violaciones de los derechos humanos más evidente. Las cifras de la ONU son alarmantes. Durante los primeros tres meses de este año, a nivel global, 243 millones de mujeres y adolescentes entre 15 y 49 años fueron víctimas de violencia física o sexual a manos de su pareja o algún familiar.

Además, 137 mujeres fueron asesinadas, diariamente en el mundo, y menos del 40% de las que sufren violencia buscaron algún tipo de ayuda, por miedo a las represalias.

En México, las mujeres gritaban ¡nos están matando! desde antes de la pandemia. Según la ONU Mujeres México, durante el primer semestre de este año, mil 413 mujeres fueron asesinadas en nuestro país, de las cuales 489 fueron catalogadas como feminicidios. Esto mostró un aumento en la violencia que, combinado con las medidas del bloqueo por el virus, puso a las mujeres en doble peligro. Y junio así lo evidenció. Según el reporte de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, tan sólo en ese mes, 309 mujeres fueron asesinadas, 99 fueron por razón de género. Así, los feminicidios alcanzaron su cifra más alta del 2020.

Hoy, debido a la pandemia, los gobiernos y las sociedades se han visto obligados a reordenar las prioridades. Pero no podemos dejar de lado este problema, que al paso de esta crisis se ha exacerbado. Por ello, urge cambiar la política social, económica y de seguridad, para volver a encontrar el rumbo para ellas.

La campaña Contar Hasta Diez, que en mayo lanzó y luego quitó el gobierno federal, no fue suficiente. ¡Al contrario! Por ello, a través de Nosotras Tenemos Otros Datos, víctimas de la violencia de género, familiares de quienes han muerto por feminicidio y activistas, demandan que hay que reconocer, visibilizar y hacer justicia por estos crímenes. Se deben dejar de minimizar y mejor ejecutar protocolos eficientes, que cubran las necesidades y expectativas para detener ésta, que también es una pandemia.

El recorte  anunciado al Inmujeres no es una buena señal. Incluso, podría verse como un símbolo de violencia contra ellas.

Invertir más en la prevención de la violencia contra las mujeres debe ser un imperativo para la gestión de la crisis y su recuperación.

En los países de América Latina los costos de la violencia de género representan entre  1.6 y  2% del PIB. Si no se aumenta la inversión en la prevención, estos costos van a incrementar. Pero, además, seguirá en juego la vida de muchas de ellas y esto no tiene precio, ni ninguna estadística aliviará este dolor.

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