Dice un dicho muy popular utilizado desde la antigüedad que la historia se escribe con la pluma del vencedor, de quienes reúnen es ese momento la posibilidad de registrar los acontecimientos para su conocimiento posterior y con ello brindarnos la oportunidad de saber sobre nuestro pasado y sobre lo que ha sido la evolución de la propia humanidad a través del inexorable tiempo. Sin embargo, hay otros acontecimientos donde por circunstancias de la casualidad, no hay vencedores ni vencidos. Tal vez esta pandemia es uno de esos en los cuales los seres humanos que logran sobrevivir a la tragedia, se van dando cuenta que el tiempo de la misma se esconde en un túnel que pretende que el único vencedor sea el olvido. Así ocurrió con pandemias anteriores, donde pareciera que muy pocos hablaban sobre la misma y como un mero ejemplo, hoy nos sorprende ver imágenes de hace un siglo donde las personas utilizaban los cubre bocas como una defensa a aquella etapa donde nos atacó la llamada fiebre española sin que se conociera a través de otras expresiones.

Pero el pensamiento sobre el registro de los acontecimientos es más profundo, ya que ante un maremágnum de información, irremediablemente se perderán gracias a la manera como desechamos hoy día la propia información. No hablo del maravilloso aprendizaje que dejará en manos y mentes de los especialistas en la salud y de los millones de personas que hoy siguen enfrentando una guerra para salvar vidas de un enemigo para muchos invisible. Hablo de aquello que nos permite dejar múltiples testimonios de lo que las personas vivimos, sentimos y padecemos en este tiempo crudo de incertidumbre y desesperanza, hablo del el arte y la cultura, como elementos para luchar desde otras trincheras que jamás competirán con las de salud física, sino con la salud espiritual que nos permite rescatar de nuevo la esperanza de construir vínculos, valores y maneras de acercarnos unos con otros.

Al perder cierta prioridad el arte y la cultura en el mundo, pierde consigo la oportunidad de dejar testimonios generacionales de este tiempo atípico para quienes apenas llegan o llegarán a este mundo que requiere de ideas y políticas fortalecidas por la opinión y el consenso, pero también de expresiones que puedan fortalecer la parte emocional y espiritual, independientemente de las religiones que juegan su propio papel. Los ciudadanos del mundo vivimos hoy en una real y difícil fragilidad que exige de todos y cada uno la certeza de expresar en libertad, de asumir los riesgos de realizar proyectos que finalmente permitan generar oportunidades de una mejor calidad de vida donde la inseguridad, la violencia, la intolerancia y otros males dejen de tener la importancia y el tamaño que hoy han alcanzado.

Apostar también por la cultura, permite ensanchar horizontes y abrir nuevos caminos y espacios para que los seres humanos puedan pensar más allá del día a día. El propiciar un sano equilibrio en la convivencia social, permite alejar muchos de los males que hoy vemos a diario en espacios informativos y de los cuales corremos el riesgo de que dejen de sorprendernos. Ojalá y se despierte un mayor ánimo de conocer sobre la cultura y aportar positivamente a la misma, esperando que en ello obtengamos una vacuna contra ese proceso de descomposición social que hoy sigue creciendo y afectando a tantos en el mundo, en México y en este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

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