Sin duda que las organizaciones son las personas, quienes las operan, las cuidan, las proyectan y les ponen un sello característico. Las peculiaridades que la hacen única, el clima organizacional y sus resultados, invariablemente son un reflejo de dichos personas, luego entonces ese ADN, esa esencia que caracteriza a las instituciones educativas se impregna en todo aquello que la involucra, en sus logros, en sus egresados y por supuesto en su historia.

Cuando encomendaron a un servidor la tarea de modelar al organismo que hoy se conoce como UNAQ, procuré imprimir en tal paradigma que se creaba, mi propia experiencia y visión crítica como estudiante universitario, mis peripecias como profesor y directivo académico en una institución de educación superior igualmente pública y sobre todo intenté visualizar una institución con base en los mejores ejemplos existentes en el momentos de la concepción, públicos y privados, nacionales y extranjeros.

En dicho modelo, la pertinencia de las formaciones, ya sea técnicas, universitarias o de posgrado, no solo debía ser evidenciada desde el diseño curricular propiamente dicho, sino en cualquier momento de ejecución de los programas educativos, en la infraestructura y sobre todo en la implementación de una realidad educativa que desarrollara competencias y habilidades para formar a profesionales e investigadores para un sector altamente especializado y global. Las implicaciones de la pertinencia debían ir más allá de solo gestionar adquisiciones, donaciones específicas o laboratorios fuera de lo tradicional; en la realidad han significado entre otras cosas, la ejecución de procesos administrativos, logísticos y de fiscalización también fuera de lo tradicional, actuando en ocasiones como ente privado, pero siempre dentro del marco normativo; en el equipo de trabajo esto lo describimos simplemente como la voluntad de hacer que las cosas sucedan, lo mismo en los aspectos netamente técnicos, que en los eventos y celebraciones que acogemos, o en la recepción y atención a visitantes, por mencionar solo algunos.

También en el trayecto edificador de nuestra organización se ha impregnado un paradigma que estoy seguro que cualquiera que ha emprendido un proyecto de gran calado ha encontrado en el camino, me refiero a recibir la ayuda y el apoyo de otros. La necesidad de recibir apoyo y colaboración por parte de un sinnúmero de personas y organizaciones nacionales y extranjeras que han sumado sus capacidades, su cariño, su confianza y su pasión a nuestra institución, han conformado uno de los grandes valores de nuestra universidad, la colaboración. Cuando la UNAQ comparte y colabora, de mil y un maneras, no solo lo hace con sus manos, su infraestructura o sus capacidades, lo hace con el corazón. Para nosotros colaborar, no esta asociado a la importancia, antigüedad o interés específico de quién se acerca a nuestra institución o de a quién la institución toque su puerta; colaborar para nosotros significa ofrecer a la UNAQ como su casa, y como cualquiera que ofrece su casa, es ofrecer oportunidades, retos y crecimiento mutuos.

No podría obviar uno de los grandes valores que caracterizan la esencia de nuestra organización educativa, la visión con sentido. Para la UNAQ transformar sus ideas en proyectos y realidades es la suma del planteamiento de objetivos con pertinencia, con voluntad por que las cosas sucedan y sobre todo con amplio sentido de colaboración e impacto institucional y sectorial.

En resumen, la pertinencia con visión y sentido social llevada a la realidad, es el resultado de hacer que las cosas sucedan mediante la colaboración sin fronteras, esa es nuestra esencia.
Continuará...

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