Hace unos días tuve la oportunidad de inaugurar una exposición que la fotógrafa Soledad Burgaleta nos comparte en la galería, especializada en foto, propiedad de un servidor y en otros espacios del centro de nuestra ciudad. Dicha exposición me motiva a dedicarle esta columna, no solamente por su calidad fotográfica que es mucha, sino por su valioso e importante contenido social que merece generar en el público observador, esa emoción que sacude y que aspira a motivar una reacción en consecuencia.

La muestra está compuesta de 43 fotografías de retratos, la gran mayoría mujeres, de personas de la tercera edad que suelen vivir solas y dedicadas a pedir limosna en sitios públicos de varias ciudades como esta, que nos cobija a todos. Soledad lleva algún tiempo recorriendo las calles y estableciendo un contacto inicial con cada una de estas personas, a quienes identifica perfectamente con su nombre de pila y antes de fotografiarles, establece un amplio diálogo para conocer un poco de su historia de vida y de las circunstancias que les tienen en esa paupérrima condición.

Como el nombre de la fotógrafa, la soledad es el común denominador de esas mujeres y hombres que inmersos en la vejez, sufren de la indiferencia y el abandono de la mayoría. Sus rostros muestran el registro del tiempo y de la edad con una cantidad de arrugas como años. Sin embargo, después de forjar un vínculo de confianza, afecto y legitimo interés en la vida de cada uno de los personajes de la calle, estos le permiten que les tome una fotografía, la cual refleja con sincera autenticidad, la personalidad de cada cual y son ellos, quienes abren un poco la ventana de su vida y de su alma a través de su mirada, dando con ello sentido y nombre a la exposición fotográfica.

Las circunstancias son muchas, hay quien perdió a su familia, quien fue abandonado porque nadie cercano quiso hacerse cargo de un viejo, quien la geografía ha separado de los suyos. En fin, son personas que sobreviven el día a día y algunos carecen absolutamente de todo. Sin embargo, muestran una fe y gratitud con Dios inquebrantables y una dignidad a prueba de todo o de casi todo. Saben que a pesar de la indiferencia de tantos, hay quienes se acercan y con generosidad les dan una moneda o un alimento que trae consigo la diaria esperanza de tener algo que llevarse a la boca.

En una reflexión profunda y clara, esta muestra nos habla de una triste realidad en una sociedad como la nuestra y es la manera como se hace a un lado a la gente que llega a la vejez y que muchas personas sienten que solamente son un estorbo, cuando en realidad podríamos capitalizar en todos sentidos la experiencia y sabiduría que solamente dan los años. La templanza, la paciencia, el amor por la vida, el conocimiento, el buen criterio y otros talentos ,pueden estar presentes a pesar del deterioro que la edad les causa.

Mi padre decía que la experiencia en la vida estaba dada, que no era estrictamente indispensable querer vivir individualmente cada cosa para crecer. Que aprender de la experiencia ajena ayuda a evitar cometer demasiados errores y a evitar también otros tantos fracasos. Pero pareciera que prevalece en mucha gente ese afán de querer vivir en cabeza propia el aprendizaje y desdeña con facilidad todo aquello que los viejos nos pudieran compartir de su tiempo.

Pienso que hay muchas personas y acciones en favor de la gente en la senectud, pero en todos los ámbitos y en todos los sectores debería haber aún más consideraciones para esa gente mayor, porque ese es un destino que nos espera a todos si la vida misma nos lo permite. Además, cada vez se incrementa un poco más la esperanza de vida y ello nos debe generar conciencia de que habrá más personas en esa condición con el paso de los años.

En lo particular, sería muy valioso que dejemos atrás esa absurda indiferencia y mirar esa realidad que nos rodea; mirar la manera de ayudar con un gesto de generosidad; mirar la forma de proponer ideas y alternativas de solución al problema que les aqueja; mirar como apoyar a quienes les apoyan con techo y comida. Un buen principio puede ser mirar esta exposición que se presenta en el número 80 de la calle de 5 de Mayo a un par de cuadras de la plaza de Armas y que estará ahí un par de semanas más.

Confío en que el arte no solo es una forma de la expresión humana, sino una herramienta útil para reconstruir y fortalecer el tejido social en favor de quienes nos anteceden generacionalmente, pero que han sido y son cimiento de las nuevas generaciones que hoy día tienen la responsabilidad de seguir construyendo este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

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