Dentro de la historia de la educación pública en nuestro país, existen numerosos antecedentes a lo que hoy conocemos como servicio social. El primero, y posiblemente el más interesante de ellos es el que encontramos en el periodo prehispánico, en el cual la población vivía en comunidades practicando el trabajo común, desarrollando relaciones de cooperación y solidaridad.

Pasando al periodo colonial, encontramos que este tipo de actividades se dieron gracias a la destacada participación de Fray Bartolomé de las Casas y Vasco de Quiroga, con la creación del hospital Santa Fe, y la fundación de las escuelas de Santa Cruz Tlatelolco, San Pedro y San Pablo. Vasco de Quiroga concebía al colegio y los hospitales como una sola institución e insistía en su conservación para el beneficio de los pueblos originarios.

Continuando a la participación de Justo Sierra quien promoviera la Reforma Integral de la Educación Mexicana, lo anterior ante el restablecimiento del proyecto al que dedicó gran parte de su vida: la Universidad Nacional de México. Así llegamos al siglo pasado, en los años 20, José Vasconcelos señalaba: “La técnica y el arte tienen como mira final servir al hombre del pueblo. La universidad dejará de producir profesionistas decimonónicos: individualistas, egocentristas y simuladores. En cambio, se forjará al profesional capaz y solidario”.

Para así llegar al concepto actual que se implementó por primera vez en 1936, con la realización del convenio entre la UNAM y el departamento de salud pública dirigido principalmente hacia el medio rural y a las comunidades marginadas.

No es ninguna sorpresa pues, que una tradición que ha perdurado durante tanto tiempo dentro de nuestra cultura se encontrara sustentada por el máximo ordenamiento por el que nos regimos los mexicanos: la Constitución Política. Dentro del artículo quinto constitucional y de su reglamento que consta de 73 artículos, además de sus respectivos transitorios, es el encargado de regular las formas en las que los estudiantes mexicanos colaboraremos con la sociedad para mejorarla a través del servicio social.

En Querétaro, y aún más en el caso de nuestra máxima casa de estudios, el servicio va más allá de lo anteriormente mencionado, sino que se constituye como una excelente forma de solucionar diversos problemas para toda la comunidad estudiantil.

En la UAQ, un gran número de los docentes ocupan altos cargos dentro la vida pública o del sector privado que los ocupan durante la mayor parte del tiempo, haciendo a veces imposible que preparen sus clases o incluso de que se presenten. Con el servicio social, pueden solicitar que un estudiante capaz, cumpla con una parte de sus obligaciones para aliviar su carga y así poder hacer todo por dar mejores clases. Por un lado, el alumno se verá comprometido con el proyecto debido a su necesidad de cubrir el servicio, adquiere experiencia, y por otro, el profesor tiene más tiempo para producir otras cosas. Sin duda alguna, un beneficio mutuo muy importante y positivo.

Como podemos ver, el servicio social es una de las mejores maneras en la que detenemos los ciclos viciosos en los que la juventud ha estado atrapada por décadas, como el hecho de no tener trabajo por carecer de experiencia y no tener experiencia por no tener trabajo y además nos otorga el espacio para poner en práctica los conocimientos teóricos que recibimos en las aulas.

Estudiante de la Facultad de Contaduría y Administración (UAQ)

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