Millones de habitantes de la Zona Metropolitana del Valle de México pasan varias horas de su vida (en algunos casos hasta 5 diariamente) a bordo de un transporte público malo y deficiente que penosamente avanza de un municipio a otro, de una delegación a otra.

Sin embargo, no todos los pasajeros enfrentan este tormento de la misma forma. Los datos de lo que las mujeres viven al moverse por la ciudad dan vergüenza.

Seis de cada diez han sido acosadas y violentadasen el transporte público: en la ciudad de México se ejerce más violencia contra las mujeres que en cualquier otra entidad del país.

Reproduje ayer en este espacio cifras sobre el agobiante problema de la inmovilidad en la capital del país a partir de un libro que ofrece algunas claves para la construcción de una ciudad pensada para la gente y no para los autos (Política y movilidad sustentable en la CDMX. Hacia un nuevo modelo, de Laura Ballesteros, Jesús Padilla y Dolores Franco).

Ahí se toca al menos tangencialmente algo que los candidatos que aspiran a gobernar esta metrópoli debieran incluir cuanto antes en sus respectivas plataformas: el peligro que representa para las mujeres moverse en la ciudad.

Las mujeres concentran el 46% de los traslados en la ZMVM: prácticamente 8 millones se transportan a diario por las calles de la metrópoli. La mitad de ellas lo  hace a bordo del transporte público.

Los datos disponibles indican que el 40% de las mujeres violentadas en el ámbito urbano ha recibidofrases ofensivas de carácter sexual y que el 31.2% ha sufrido tocamientos.

Nueve de cada diez mujeres admiten que han recibido miradas lascivas; a ocho de cada diez les chiflaron.

Al desplazarse por la ciudad, las mujeres se sienten más expuestas que los hombres. Su movilidad está acotada, pues la mayor parte de sus viajes son de acompañamiento o para adquirir bienes y servicios: viajan con niños, bultos, paquetes, bolsas de mandado.

Son el sector de población que usa de manera más frecuente el servicio público y el que debe pasar más tiempo atravesando el espacio público.

Las mujeres sienten que deben estar más atentas a su entorno, porque cualquier descuido podría significar una ventaja para algún desconocido.

Han debido echar mano —según el Diagnóstico sobre violencia contra las mujeres en el transporte público de la Ciudad de México—  de diversas estrategias para reducir riesgos:

Intentan reducir distancias y horarios; modifican su manera de vestir y su arreglo personal; evitan socializar en el espacio público; procuran no emplear celulares o reproductores de música cuando andan por la calle; hacen lo posible por no salir solas, y cuando salen a la calle se esfuerzan por “llevar lo mínimo”.

Algunas prefieren usar calzado deportivo y ropa cómoda, para poder huir ante una agresión o una situación de peligro.

Han adquirido la costumbre de colocarse mochilas o bultos para cubrirse con éstos partes del cuerpo y muchas de ellas alternan cambios de ruta porque sienten que podrían generar un patrón de traslados.

La ZMVM está llena de espacios que no son seguros para las mujeres. Según la Encuesta Origen-Destino 2017, 5 millones 650 mil mujeres deben realizar a pie al menos una parte de sus trayectos.

Esas mujeres encuentran en amplias zonas de la urbe espacios públicos inseguros: calles sin luminarias y con banquetas estrechas. Cosas que no hacen sino subrayar que ellas han perdido el derecho a la ciudad.

Las mujeres han percibido ambientes o situaciones que favorecen la violencia sexual cuando en calles poco transitadas no hay personal de vigilancia; cuando en la calle hay cosas que obstruyen la visibilidad; cuando al desplazarse solas advierten que se aproxima un vehículo; cuando se encuentran en espacios muy saturados, en los que no hay capacidad de moverse o de visualizar a otras personas (el metro, el metrobús).

Por primera vez en la historia de la ciudad, cinco candidatas compiten por gobernarla. Deberán colocar todo esto en el centro de sus políticas: hacer, por primera vez, una ciudad en la que quepan también las mujeres.

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