La queja se escucha cada vez más, tanto en las cúpulas como en la estructura del PRI: en la campaña de su candidato presidencial, José Antonio Meade, hay de todo menos priístas. La preponderancia e influencia del grupo ITAM en el primer círculo del candidato, junto a la llegada de cuadros provenientes del panismo, ha ahondado la percepción de dirigentes y cuadros políticos del viejo partido, de que en el proselitismo de su primer abanderado “ciudadano”, hay una suerte de desaire —que a veces raya en desprecio— por las estructuras y liderazgos del partido tricolor.

Y es que las bases, sectores y organizaciones del PRI en la campaña de Meade no tienen, hasta ahora, injerencia ni participación en la estrategia de campaña y sólo son usadas “para la foto” y para llenar eventos con el candidato en los estados que visita. Es común, por ejemplo, que cuando llega a un estado de la República, por disposición de su equipo de campaña, no sean los dirigentes estatales los que acudan a recibir al candidato al aeropuerto y más bien se ve a los delegados de la Sedesol o de Hacienda, parte de los mismos equipos técnicos del abanderado, ser quienes le dan la bienvenida y se encargan de su logística y traslados.

Un reflejo del poco peso que está teniendo el PRI y sus liderazgos en la campaña presidencial de su precandidato es la nula actividad que se observa en la sede priísta de Insurgentes Norte. El CEN se ve sin movimiento, demasiado tranquilo para estar en marcha las elecciones más grandes de la historia. Nadie del equipo cercano de Meade opera en las instalaciones del partido y mucho menos tiene oficinas ahí. “Es una campaña del PRI con un candidato no priísta y donde parece que desprecian a los priístas. Es el club de los tecnócratas; hacen a un lado a los cuadros experimentados por darle prioridad a técnicos amigos del candidato o a gente de otros partidos”, dice un ex dirigente nacional del tricolor que pidió no citarlo.

Personajes como Alejandra Sota, Javier Lozano y Julio di Bella, se cuentan entre los panistas con más peso e influencia en la campaña del PRI que los propios priístas. Mientras se presume la adquisición de cuadros blanquiazules, se les garantizan candidaturas y se les muestra junto al candidato, a los políticos del viejo partido, expertos en operación electoral, se les hace de lado, como si el candidato quisiera alejarse lo más posible de cualquier cosa que lo ligue a la desgastada marca tricolor.

Si a la percepción de distanciamiento del candidato externo hacia el partido que lo postula, se le suma que no parecen haberse resuelto ni cicatrizado las pugnas y diferencias entre las cúpulas del PRI y miembros del gabinete como el canciller Luis Videgaray —al grado de que se habla de “fuego amigo” en las investigaciones de Chihuahua sobre presuntos desvíos de dinero público al PRI, en contra del ex dirigente Manlio Fabio Beltrones—, la conclusión es que la maquinaria del viejo PRI, la que se supone impulsará y apuntalará a su primer candidato no priísta, no está jalando y eso se refleja en el estancamiento y las dificultades de José Antonio Meade para salir del tercer lugar en el que lo colocan la mayoría de las encuestas serias.

Ya se sabe que con Meade, Peña y su grupo político apostaron a sumar votos y adhesiones de la sociedad civil, más allá del voto duro priísta, como una condición necesaria para aspirar a ganar está complicada elección. Pero algo tendrá que hacer el “ciudadano” candidato para que los priístas no sientan que los está desairando o haciendo a un lado, porque el dinosaurio también es susceptible. Y es bien sabido, entre la nomenklatura priísta, que tal vez, en los actuales tiempos de alta competencia, el PRI no basta para ganar elecciones, pero sin el PRI es seguro que Meade iría directo a la derrota.

NOTAS INDISCRETAS… Otra campaña que empieza a generar la percepción de estancamiento es la de Ricardo Anaya. Al panista parecen habérsele agotado muy pronto las ideas, o le están fallando los estrategas, porque es notoria la ausencia de propuestas concretas sobre problemáticas urgentes del país. Sus apariciones en videos tocando instrumentos musicales no han generado el efecto que buscaban sus estrategas, cualquiera que éste haya sido, y la salida de panistas para apoyar a Andrés Manuel López Obrador, que dicen continuará incrementándose, confirma que Anaya cojea del mismo pie que Meade, con quien se pelea por el segundo lugar en las encuestas: trae un tobillo roto por la desunión y división en su partido… Por cierto que quienes “convencieron y operaron” la llegada de la senadora Gabriela Cuevas a Morena fueron tres compañeros del Senado: Ana Gabriela Guevara, amiga cercana y compañera de viajes de la ex panista; David Monreal, el senador zacatecano y el poblano Manuel Bartlett. Y siguen cortejando a otros panistas de alto nivel… Los dados mandan Escalera doble. Buen tiro.

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