Sin duda alguna, mi voto el próximo domingo será para los candidatos del Partido Acción Nacional (PAN); específicamente para Ricardo Anaya Cortés, postulado a la Presidencia de la República.

No es una determinación fortuita, intempestiva o “de hígado”; es una decisión asumida a partir del conocimiento histórico, de la evaluación en el ejercicio de gobierno y en función de las propuestas presentadas por los candidatos.
Estos tres elementos se concatenan; digamos que uno condiciona al siguiente y éste al tercero, de tal suerte que se conforma un solo constructo político-electoral.

Trayectorias e historias. Dos proyectos de gobierno se han confrontado abierta y claramente: el que enarbola López Obrador y el que proyecta Ricardo Anaya Cortés. Hay dos candidatos presidenciales más: el del PRI y el supuestamente independiente.
El primero de ellos tiene plena coincidencia con el que encabeza Manuel López; confluyen claramente en una misma visión asistencialista; tienen una concepción paternalista del ejercicio gubernamental y, por supuesto, cuentan en las filas de sus partidos con personajes siniestros, corruptos y evasores de la ley.

De Jaime Rodríguez solo he de decir que proviene de las filas del PRI. Fue alcalde, en Nuevo León, postulado por ese partido político.

La historia política de Andrés Manuel nace en el PRI pues fue miembro de este partido hasta que le negaron la candidatura a gobernador de Tabasco, por lo que decidió renunciar a ese partido. Nadie sabe de qué ha vivido los últimos 18 años pues ni declaraciones fiscales ha realizado y, lo más grave, encabeza un partido político en el que el único que toma decisiones es él.

José Antonio Meade tiene el grave problema de ser postulado por un partido político que es el símbolo de la corrupción y la impunidad en el país. Solo imaginemos si llegara a ganar, ¿a qué personas integraría a su gabinete? Obviamente será a priístas, lo que deja en claro que con él, el país seguiría sumido en la grave condición en la que hoy estamos.

Por eso afirmo que en la disputa por la presidencia de la república se confrontan dos proyectos muy claros; el de la corrupción, con todas sus ramificaciones, y el que abandera Ricardo Anaya Cortés.

Crecimiento sostenido. En los últimos 21 años (de 1997 a la fecha) el estado de Querétaro ha sido gobernado por espacio de 17 años por mandatarios surgidos de las filas del PAN.

En el transcurso de este periodo, nuestra entidad se ha mantenido como una de las primeras del país en crecimiento económico, con menor índice delictivo, con un desarrollo urbano sin precedentes, aumento permanente de la inversión productiva y extranjera y con la mayor obra pública y de servicios que se haya registrado.

El Aeropuerto Intercontinental de Querétaro, la vía doble a la Sierra Gorda, el Querétaro Centro de Congresos, el nombramiento de cinco Pueblos Mágicos, la construcción de las primeras calles completas en la capital, entre otras, han sido las obras que han marcado este periodo de prosperidad del estado.

En el caso del municipio de Querétaro la historia es muy similar: el panismo ha gobernado por espacio de 18 de los últimos 21 años en el periodo de 1997 a 2018.

El crecimiento industrial, de servicios, en obra pública, en desarrollo humano, en educación y en otros aspectos, es innegable. El municipio de Querétaro ha comenzado a recorrer la ruta que conduce a su consolidación como una ciudad de clase mundial. Las bases han sido sentadas por todos estos gobiernos.

Propuesta congruente. Si a estos dos elementos sumamos la congruencia de las propuestas de gobierno que han presentado tanto Ricardo Anaya como nuestro candidato a la presidencia municipal de Querétaro, Luis Bernardo Nava Guerrero y el resto de nuestros abanderados, queda claro que el proyecto del PAN es avanzar hacia la consolidación del país y de los municipios queretanos, como territorios de paz, progreso, justicia y desarrollo.
Por eso, este domingo venidero mi voto será por todas y todos los candidatos del PAN.

Presidente municipal de Querétaro con licencia

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