Siempre me dije que nunca
 será lo mismo que me platiquen de la visita a algún 
sitio a poder vivirlo, gozarlo 
y disfrutarlo con la esencia 
de estar ahí, eso queda retratado en la memoria de 
cada uno y se lleva en el 
corazón hasta la muerte

Buen día, mis queridos lectores. Como no hay plazo, ni fecha que no llegue o se cumpla, pues nos lanzamos a Rock al Parque, en las  Colombias, y ahora mismo les narraré mi aventura por tierras bogotanas.

Llegó la hora y había que madrugar para tomar el vuelo que salía 8:30 am, salí corriendo rumbo al aeropuerto Benito Juárez y, para colmo, el taxista se perdió y no llegaba. Ya cuando logré subirme al auto, llevaba los nervios de punta y no apunté más que decirle al chofer que le metiera como pata de microbusero para llegar a tiempo, ya en el aeropuerto abordé rápido y el avión comenzó su partida rumbo al destino prometido, cabe destacar que ya me esperaban entrevistas exclusivas con tres bandas mexicanas que estarían por vez primera en el Rock al Parque, que celebraba XXV años y lo realiza Idartes, que es el departamento de artes de Bogotá.

Nos aventamos cuatro horas  y media de vuelo y al fin llegamos, destaco que no era mi primera vez en Colombia, pero sí mi primer festival Rock al Parque. Al fin llegué y me contactó mi amigo Juan Manuel, un chico de mirada penetrante, cual policía busca mordidas, pero con una gran sonrisa que me hizo el día, ya que me aterra volar, y me puso un gran abrazo al verme en el Dorado,  el  aeropuerto bogotano.

Iniciamos el trayecto hacia su casa, ya que me hospedaría ahí con él y su familia, misma que resultó  ser igual de cálida que nosotros, los mexicanos. Ya instalado, me puse hacer el itinerario del trabajo que realizaría y el primer evento a cubrir sería el de las marionetas de 31 Minutos que se presentaría previo al festival, sin lugar a dudas fue un espectáculo maravilloso, que aún siendo para niños el lugar estaba  lleno,  en su mayoría por adolescentes y adultos, y me hizo sentirme un chamaco más entre tan bello show. Fueron casi dos horas que me estremecieron, me hicieron cantar, reír, soñar y obvio trabajar, ya que esa era la parte fundamental del viaje. Al terminar el espectáculo vi cómo una señora de la tercera edad —a quien  nombraban La cucha—  lloraba, pues dijo que eso era algo nuevo para ella y el poder verlo la había hecho muy feliz, además de que tener la posbilidad de compartirlo con sus nietos, no tenía  precio.

De ahí me tocaba lo mero bueno y a correr a cubrir el festival, que me permitiría  ver a bandas que moría por conocer,  pero el tintero se quedó vacío y tendré que continuar en otra ocasión,  así que esta historia de un Pollo Rock por las Colombias continuará...

@pollorockmusica

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