Después de no haber presentado la semana pasada el semáforo nacional de Covid-19 por “inconsistencias de los estados”, el subsecretario Hugo López-Gatell señaló el viernes pasado que del 20 al 26 de julio 14 entidades federativas estarán en color naranja, mientras que 18 estarán en rojo, incluidas ahí Querétaro. En este contexto, el gobierno estatal no ha emitido una declaración al respecto, al menos aún no cuando esta columna fue escrita. ¿Qué impacto tiene esto en el país y en nuestra entidad?
La pandemia de Covid-19 no ha sido “domada” como engañosamente aseguró varias veces el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Difícilmente se habría podido domar con las medidas sanitarias tardías y deficientes que implementó el Gobierno Federal (GF), a diferencia de otros países, como Jordania, que a sabiendas de los primeros casos del nuevo coronavirus en su territorio, decretó la cuarentena total y hasta cerró aeropuertos y terminales de autobuses, mientras que México estableció la “jornada de sana distancia” alrededor de tres semanas después de conocer el caso cero de Covid-19 en el país y se mostró reluctante a cerrar aeropuertos y terminales.
Pero no es difícil comprender que una cosa es la narrativa y otra, muy diferente, es la realidad en el país. Sabemos que México no “ha domado la pandemia” a pesar de que el mandatario se esmere tanto en apuntarlo y de que sus fieles seguidores guarden un silencio cómplice.
En los pasados días se conoció el registro de más de 7 mil casos positivos de Covid-19 en un solo día, siendo la tercera vez desde el inicio de los contagios que se supera la frontera de los 7 mil, en un plazo de 24 horas. Sin embargo, hay que recordar que a esta cifra hay que sumarle los casos positivos de Covid-19 que no fueron registrados, por lo que sin duda la cifra es mayor, como ha sucedido en los demás países del globo.
El hecho de que no se haya controlado la pandemia en México es producto del comienzo con el pie izquierdo del GF para atenderla. Para el momento en el que se reaccionó, los contagios ya se habían explotado. De acuerdo con los estudios que se han realizado, el SARS CoV-2 tarda de siete a 14 días en enfermar a la persona que lo porta, situación que pudo replicarse una gran cantidad de veces en esas tres semanas que demoró el gobierno mexicano, desde que conoció el caso cero, e implementó la jornada de sana distancia. Recordemos los hechos y comprenderemos la situación actual.
Pero otra razón por la que aún nos encontramos con escandalosos números de contagios y defunciones por día radica en nosotros, la sociedad. Si bien muchas personas se vieron forzadas a continuar saliendo de casa para trabajar y obtener su sustento, otras, asemejando el comportamiento que muchos funcionarios de gobierno tenían y siguen teniendo —aunque con notables excepciones—, continuaron su vida sin atender las medidas sanitarias, entre ellas la más básica: el uso del cubrebocas. Muchas personas no guardaron sana distancia en ningún momento, y otras sí, pero al paso de las semanas, quizá sumergidas en la inclaustración y monotonía, decidieron intentar reanudar la vida normal que se tenía antes.
Esto penosamente muestra el desorden e incapacidad del mexicano para seguir reglas, por más que se nos dice que será para nuestro bienestar, y de no ser solidario con las demás personas, sobre todo con el personal médico. El gobierno, como se ha expuesto, tiene responsabilidad en la pandemia, no hay duda de eso si se quiere ver con ojos críticos y analíticos y no con narrativa, pero la sociedad también ha contribuido de manera sustancial a que los números lleguen a donde están. Querétaro, lastimosamente, es un ejemplo de esta irresponsabilidad e inconsciencia sociales en un momento tan sensible que por consecuencia nos seguirá afectando a todos, alargando otra pesadilla a la historia de México