Llegaron los tiempos de la renovación en la dirigencia del PRI, donde se especula ya con algunos nombres como el del gobernador de Campeche Alejandro Moreno Cárdenas, sin que éste lo confirme o desmienta. Pero del recuerdo de un proyecto trunco por la candidatura a la Presidencia de la República en el 2018, levanta ya la mano la ex gobernadora de Yucatán Ivonne Ortega Pacheco, quien fue disciplinada al renunciar a su aspiración para luego hacer un silencio total en la campaña. Hoy Ortega intenta resurgir de entre las sombras, para ser la primera contendiente abierta para presidir al PRI, cuyo futuro es, dado el panorama, incierto, como incierta es la política.

El PRI fue sin duda un partido dominante, la dictadura perfecta como se le conoció. En 1989 tenía las 31 gubernaturas, entonces el DF era una regencia designada, pero hoy sólo ocupa 12 gobiernos estatales. En las pasadas elecciones de 2018, no ganó ninguna de las 8 gubernaturas en disputa. Está hoy en lo más bajo que ha caído en su historia, aunado a su escaza presencia en la Cámara de Senadores, sólo 14 integrantes de su bancada, mientras que en la Cámara de diputados cuentan con tan solo 47 legisladores. Su representación es baja y sus figuras no son hoy las de más arrastre popular.

Habrá quienes digan que el PRI ya resurgió una vez, lo cual es cierto, pero el PRI que perdió la presidencia en el 2000 y 2006, es muy diferente al derrotado en 2018. A pesar de haber entregado por primera vez el poder con Vicente Fox en el 2000 y con Calderón en el 2006, ese PRI contaban con un número mayoritario de gobernadores, más de 20, además de una presencia sólida en el Congreso, que le daba una impresionante capacidad de negociación, así como recursos económicos para elecciones locales y la presidencial. Las arcas estatales eran el apalancamiento, que hoy se ve muy disminuido y además difícil de mover por la fuerte fiscalización que habrá en 2021 por parte de las áreas de gobierno a cargo de vigilar los actos de corrupción.

Por lo que toca a las elecciones de 2019 estas no representan, en principio, un riesgo político para el PRI, es incluso un buen ejercicio de prueba para quien llegue a dirigirlo, ya que no puede perder más de lo que actualmente ya está perdido. Para la elección extraordinaria de Puebla las expectativas son muy bajas, igual en Baja California donde nada más no se ve cómo. La disputa será entre Morena y PAN, en esas entidades.

Pero la elección intermedia de 2021 será diferente, ya que estarán en juego 8 de las 12 gubernaturas que actualmente tiene el PRI. Las pasadas elecciones no fueron las mejores para ellos en estados que gobierna como Campeche, Colima, Guerrero, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala y Zacatecas, los cuales será difícil conservar. Habrá otras cuatro en disputa donde no gobierna el PRI, Michoacán, Nayarit, Chihuahua y Baja California Sur, con pocas razones para pensar que pudieran dar la sorpresa y recuperarlas.

Será también difícil para el PRI generar una propuesta atractiva al electorado. Proponer experiencia para gobernar, fue una idea que ya vendieron y los resultados fueron impopulares por decir lo menos. Presentarse como alternativa de cambio es impensable.

Así, tomar la riendas del PRI en esta etapa será sin duda una de las empresas políticas más complejas en la historia de este instituto político, que vive un fresco desprestigio y que tiene en frente a un partido político dominante en el gobierno que es Morena, otro como el PAN que intenta captar lo que caiga del desgaste presidencial, otros que vienen emergiendo por zonas en el país como MC, y las nuevas alternativas que podrían convertirse en partido político. Siempre habrá, sin embargo, alguien dispuesto, con el resto de hacer efectivo aquel slogan de “el nuevo PRI”.

Abogado con maestría en Políticas Públicas. @maximilianogp

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