Tristemente nuestro país está pasando por un periodo de distanciamiento entre su población, tenemos inseguridad y violencia, disminución en la atención de la salud pública y la educación, aumento de pobreza, estancamiento económico y desempleo, falta de gobernabilidad y de respeto a las leyes.

El presidente de la República sigue sin respetar el Estado de derecho. Por el contrario, como lo comentamos en otras colaboraciones, ha propiciado la destrucción del tejido social, de la confianza, la seguridad y la esperanza de una vida mejor. Los niveles de desigualdad, pobreza, discriminación, corrupción, violencia e impunidad nos hablan de un gobierno malogrado y en retroceso.

La respuesta del ejecutivo Federal es una “gran conspiración de la oposición para crear las condiciones de inestabilidad necesarias para que tengan éxito los intentos desestabilizadores en su contra”, tiene su mundo únicamente en la irrealidad que se vive en su Palacio. Sin embargo, el llamado a la violencia y polarización es real, y en las condiciones borderline a donde lleva su discurso puede haber consecuencias que lamentar.

Este discurso populista no tiene una ideología, es una retórica: la del pueblo virtuoso y sufridor, la de las clases dirigentes locales corruptas y opresoras, la de las grandes potencias usurpadoras. El discurso diario se construye con la mentira, la negación y la ilegalidad. Ante las crisis, negar la realidad, minimizar la situación y eludir su responsabilidad, buscando siempre preservar su imagen como un líder irreprochable e infalible, y hacer que la gente piense que sus “adversarios” son los “culpables” de todos los males del país.

Hoy vivimos en México un gobierno omiso en el cumplimiento de sus obligaciones institucionales, que concentra el poder con autoritarismo y discrecionalidad, con una democracia con deficiencias. Falta gobernabilidad, no se ofrece certidumbre en las políticas de inversión y las cuentas públicas, así como los programas de gobierno. Se niegan los problemas. No hay cultura de legalidad y las instituciones públicas están rebasadas u oprimidas desde dentro.
Ante este escenario, se requiere de un gran esfuerzo de la sociedad en su conjunto para revertir ese discurso populista y afianzar a las instituciones para reivindicarlas, que trasciendan en el tiempo y recuperen su reputación.

Esta iniciativa, debe ser superior a las problemáticas actuales. La sociedad sabe lo que falta: seguridad, paz y certidumbre, inversión, empleo formal y digno, salario remunerador, desarrollo, salud, nutrición, educación, servicios, bienes y apoyos en seguridad social, justicia, transparencia, rendición de cuentas, verdadero combate a la corrupción y a la impunidad, debe mirar el futuro con entusiasmo y generosidad, con decisión y firmeza para construir un país mejor. Es tiempo de atreverse a lo extraordinario.

La falta de empatía y respeto al sufrimiento de decenas de miles de familias hace manifiesta la falta de sensibilidad en el gobierno sobre el drama que afecta a decenas de miles de familias en forma cotidiana, que lastima a la sociedad, a las mujeres, los jóvenes, los ancianos, a todos. No existe indignación del presidente en las redes sociales del gobierno, ni en la conferencia mañanera ni en las declaraciones de sus principales funcionarios. La soberbia está presente, pareciera que el presidente goza de una superioridad moral que pone al gobierno por encima de estos temas terrenales.

La polarización debe cesar, lo importante es pensar y conversar en colectivo, en un propósito superior a toda parcialidad: demostrar que México no tiene una sola voz y que su representatividad es plural e inabarcable.

Se trata forjar en colectivo una nueva visión de país, propia de todos, sin exclusiones ni rencores; es tiempo de hacerla realidad. México debe ser uno, plural y solidario.

Expresidente municipal de Querétaro y exlegislador  @Chucho_RH

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