Alejandro González Iñárritu se presenta por segunda vez consecutiva a reclamar una estatuilla dorada, pelo y sin pene llamada Oscar y tiene hartas posibilidades de ganar.

Con Iñárritu van otros dos mexicano, Emmanuel Lubesky por fotografía y Martín Hernández en mezcla de sonido. También contiende el actor estadounidense Leonardo DiCaprio con muchas posibilidades de conquistar el premio por mejor actor. Tom Hardy por actor de reparto, entre otros.

Los pronósticos colocan como favoritos a George Miller por Mad Max, furia en la carretera y a de G Iñárritu The Revenant (El renacido o el que regresa de la muerte).

El Negro podría ganar dos veces el gran premio de Hollywood y no veo las masas caminando hacia el Ángel de la Independencia celebrado el éxito doble de un paisano.

Tampoco leo las proclamas de los funcionarios culturales hablando de la fortaleza de la cinematografía nacional, ni la bandera ondeando en los balcones de palacio de gobierno.

Ser dos veces nominado al premio Oscar de forma consecutiva y ser un mexicano no es poca cosa, pero nada más pensar en que podría ganar son palabras mayores.

En redes sociales la marabunta de opinadores profesionales y denostadores de oficio han mostrado un terrorífico desinterés por la nominación de Iñárritu al premio.

Vamos, que los chismosos de Facebook te ignoren es realmente preocupante, en estos tiempos es como no ser nada, no existir, no haber nacido, un no Revenant.

Será culpa de El Chapo y Kate del castillo, pero en su primera nominación de Iñarritu y posterior premio a Birdman los mexicanos nos íbamos de boca por corear el logro del cineasta.

Porque el hecho de haber agringado su nombre y firmar ahora con Alejandro G Iñárritu (se pronuncia con acento gringo además) no le quita lo mexicano.

Porque Iñárritu, sin bien no fue a escuela pública de cine (es egresado de la Iberoamericana), se formó en la cultura de esta país; pagó impuestos, luz y predial; conoció metro y Metrobús (creo); romanceó en las oscuridad de los cines nacionales y algún día tuvo de dar mordida a un policía. ¿Todo eso cuenta para hace cine de Hollywood no dejar de ser mexicano?

Algunos, como el cineasta Arturo Ripstein dice que no, que si no filma películas de famullas o teporochos en la Merced no es cine nacional.Dirán también que se siente mucho por haber compartir una mesa de debate con los genios del cine como Quentin Tarantino, Ridley Scott, Danny Boyle y otros.

Que cuando el mexicano con green card habla todos los grandes del cine guardan silencio y ponen atención sobre lo que diga sobre el cine y la vida.

Será que en ciertos y selectivos círculos ya no es tan propio llamarlo como El Negro  sino Mr Iñárritu.

Pero que no se olvide que saber abarrar un taco al pastor y aguantar diez de suadero de laminazo en la panza son cosas que no se olvidan y marcan.

En el caso de Guillermo del Toro aplica la torta ahogada en sus múltiples variaciones: con pan duro, semi duro, medio duro o poco duro.

Dirán que a G Iñárritu ya olvidó cuando se autoproclamaba “mojado de lujo” y que habla de la defensa del cine mexicano.

The Revenan está en la cima con 12 nominaciones y Mad Max le sigue con 10 y existen pocas posibilidades de que otra película eclipse a estas dos propuestas.

Por ser George Miller un cineasta de culto y haber hecho una de las mejores películas de todos los tiempos, se merece la estatuilla de Hollywood. Pero quien  ha llevado las emociones al límite es el mexicano.

Nada más ver los primeros 10 minutos de la película se sabe que The Revenant es una película de Óscar, de Globo de Oro y de todos los reconocimientos habidos y por haber.

Película impresionante por sus escenarios naturales, por la belleza agreste de sus imágenes, por las volátil cámara de Emmanuel Lubesky, por la actuación de Leonardo DiCario como el aventurero Hugh Glass y Tom Hardy como el bandolero John Fitzgerald.

The Revenant es una gran película sobre la supervivencia, filmada por un mexicano universal, aunque la guarachuda nacionalista diga lo contrario. FIN

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