Purísima del Zapote, municipio de Jerécuaro, Guanajuato. Una camioneta con once elementos de la División de Fuerzas Federales de la Policía Federal se cruzó de pronto con un vehículo en el que viajaban hombres armados.

Los sospechosos se internaron en una brecha. Comenzó la persecución por un paraje de cerros, algunos árboles y maleza de más de un metro de altura.

Los federales fueron conducidos, sin saberlo, hacia un punto de encuentro del Cártel Jalisco Nueva Generación, CJNG. Ahí había seis camionetas y unos cuarenta hombres armados, que esperaban parapetados. Portaban armas largas, chalecos balísticos y cachuchas con las siglas CJNG.

Comenzaron a disparar contra los federales. Los primeros impactos dieron en el cofre de la camioneta. La División de Fuerzas Federales está entrenada para sostener enfrentamientos. Descendieron del vehículo, hicieron un despliegue táctico amparados en lo alto de la hierba y abrieron fuego.

Los agresores, relatan elementos que tomaron parte en el tiroteo, tuvieron que retroceder hacia una cañada. Cuando llegaron al fondo habían perdido a sus primeros hombres.

Lentamente, los miembros del CJNG lograron subir una cuesta y parapetarse tras los árboles. El tiroteo de un cerro a otro duró hora y media, mientras comenzaba a anochecer. Los refuerzos que los federales habían pedido aparecieron entonces.

Con la noche, el fuego cesó. A lo lejos se veían, sin embargo, las luces verdes de las mirillas telescópicas. Fue una noche poblada de inquietud, según narran los agentes, que debieron pasar pecho a tierra, sin luces, y prácticamente sin moverse.

Los agresores huyeron en la noche. Habían dejado atrás ocho muertos. Del otro lado había varios heridos. En el punto donde había ocurrido el encuentro había siete camionetas —cuatro con reporte de robo— y varios artefactos explosivos de manufactura doméstica. Habían quedado abandonadas siete armas largas y varias gorras con las siglas del cártel.

El grupo armado huyó hacia Celaya por la carretera libre y dejó un camión quemado obstruyendo el paso. En Apaseo el Alto sucedió un nuevo tiroteo. Veinte minutos después, sobre la misma carretera libre, quemaron un tráiler y se registró una tercera balacera.

En esos días habían ocurrido 54 ejecuciones en la zona. Todas relacionadas con el huachicol.

En mayo, fuerzas federales habían logrado la captura de Gerardo Botello Rosales, apodado El Cachas, operador del CJNG en Michoacán y Jalisco, enviado a arrebatarle la plaza al grupo de Los Templarios.

Su detención provocó una ola de estremecedora violencia. Ese mes hubo 60 homicidios en el corredor Salamanca-Celaya-Irapuato-Apaseo.

Los grupos criminales comenzaron a disputarse a muerte el control de la región y el nicho delincuencial por excelencia: el robo de combustible en una zona surcada por ductos de Pemex.

En los alrededores de la refinería de Salamanca se acendró la guerra entre Zetas, el Cártel Jalisco y el llamado Cártel de Santa Rosa de Lima.

A principios del mes siguiente, seis policías municipales fueron acribillados a plena luz del día mientras montaban un retén en calles de Salamanca. Desde un automóvil, un grupo de sicarios los roció de balas.

Nada volvió a saberse de los responsables.

Guanajuato fue el año pasado la zona del país con mayor robo de combustible. Desde hace tiempo, ocupa los primeros sitios entre los estados más violentos del país.

La forma en que los grupos criminales retan a las fuerzas del estado ha ido también en aumento. Municipales, estatales, federales: los amos de la droga, los señores del huachicol no se detienen ante nada.

Frente a este paisaje preocupa la indefinición, los cambios de tono, las contradicciones del gobierno entrante frente al problema de la inseguridad. Lo último: la creación, anunciada por el presidente electo, de una Guardia Civil Nacional que unifique todas las fuerzas castrenses y civiles —Marina, Ejército, Policía Federal, ¿corporaciones estatales y municipales?— en una especie de Ejército de Paz que, según dijo, no sustentará su acción en el uso excesivo de la fuerza, y respetará sobre todo los derechos humanos.

Guanajuato es solo un ejemplo del infierno que el nuevo gobierno va a heredar. Y a dos meses de la toma de posesión, no se tiene nada claro. Ni siquiera en el próximo gabinete se tiene nada claro.

@hdemauleon

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