Cuando Sean Parker y Shawn Fanning en 1999 lanzaron el servicio de Napster para poder intercambiar archivos musicales entre usuarios, comenzó una nueva era que incluso hoy día nos tiene en pleno debate sobre las nuevas reglas comerciales, prestadores de servicios, usuarios y cuál debe de ser el papel del Estado en esto.

Entonces se acusó a Napster básicamente de piratería por no pagar derechos de autor de las canciones que internautas compartían entre sí. Hasta demanda hubo y un fallo judicial que, en 2001, sentenciaba que se cerraran los servicios de esta plataforma digital. La defensa de los usuarios y los creadores del servicio era que ellos eran sólo intermediarios, un simple servicio de búsqueda de archivos. ¿Les suena ese argumento? Claro, porque son similares a los que usa Uber para defender su plataforma.

Siguiendo con Napster, por orden judicial éste tuvo que cerrar pese a que tenía, en su punto más alto de popularidad, 26.4 millones de usuarios, además de que pagaron millones de dólares por derechos de autor de las canciones compartidas.

Sin embargo, el intercambio de archivos musicales no terminó con el cierre de Napster, sino que los usuarios se mudaron a otros servicios como Limewire, Ares, entre otros. A 20 años del experimento de Napster, la industria musical tuvo que reinventarse y tratar de entender el cambio de paradigma comercial de la nueva era digital. Así es como surgieron nuevos servicios como Spotify, Tidal, entre otros, que permiten escuchar música en línea sin que la industria musical alegue que se violan sus derechos comerciales.

Algo similar vivimos actualmente con el fenómeno Uber. Aunque la plataforma ya tiene años en funciones, los problemas siguen latentes como desde el primer día que empezaron a funcionar en Querétaro. Prueba de ello es lo que vivimos esta semana cuando taxistas tradicionales, por llamarlos de alguna manera, decidieron bloquear el paso a todo vehículo particular que pareciera ser sospechoso de ser socio de la plataforma Uber.

En redes sociales circularon ampliamente videos donde se ven las agresiones de estos taxistas contra automovilistas que no tenían nada que ver con la plataforma en cuestión; situación que hemos visto de manera frecuente los últimos años y que han demostrado que el Instituto Queretano del Transporte está completamente rebasado.

Es condenable lo hecho por los taxistas tradicionales y está completamente fuera de lugar, además de mostrar que en materia de movilidad hay un vacío de autoridad. También es cierto que deberían modernizar su servicio y aceptar que el monopolio sobre el servicio de transporte público individual ha caducado por las nuevas reglas del mercado en la era digital y que muchas veces el servicio que ofrecen las plataformas de transporte supera a los de los taxis amarillos.

Pero también hay que cargarle su responsabilidad a la empresa Uber, pues cuando se publicó la nueva ley de movilidad en el estado, se negaron a registrarse como prestadores de servicio de transporte público bajo el argumento que la empresa no presta dicho servicio, sino que solo es mediadora entre particulares, muy parecido a lo que argumentó Napster en su momento.

Pero, quien más tiene responsabilidad en esto es el ya mencionado Instituto Queretano del Transporte porque se vio rebasado, mostró incapacidad para dialogar con un gremio prestador de servicios y permitió que estos intentaran hacer justicia por sus propias manos al agredir a los presuntos conductores de Uber.

Y si a esto le sumamos el fracaso que ha significado el proyecto de modernización del transporte público denominado Qrobus, nos muestra que en materia de transporte público el gobierno de Francisco Domínguez es un completo fracaso, véase por donde se le vea.

Periodista y sociólogo. @viloja

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