El próximo 6 de junio México vivirá la que, muy probablemente, será la jornada electoral más grande y una de las más importantes de su historia.

Sin duda, la construcción de la cultura democrática nacional, impulsada durante mucho tiempo por miles de personas, solo ha sido posible gracias al compromiso de quienes, como ellos, nos hemos comprometido con una visión diferente del país en el que nacimos y hemos vivido.

Pero, a diferencia de muchas otras gestas históricas del activismo social y político, la que se traduce en la participación ciudadana el día de la elección, es una lucha por la democracia que depende de la suma de muchas voluntades, de diversos orígenes y contextos, quienes asumen la responsabilidad de ejercer el derecho al voto y valoran la importancia de este acto.

Así, lograr vencer el abstencionismo, justificado o pretextado, muchas veces, por condicionantes externas pero fomentado de manera infundada por intereses obscuros, es un objetivo al que debemos considerar prioritario dada la importancia de lo que se decide en esta elección y en las que vienen.

Por supuesto que para la elección del 6 de junio, se deberán hacer consideraciones inéditas al momento de sufragar. La pandemia de Covid-19, seguramente y aún con el avance que se espera tener del programa de vacunación para esa fecha, seguirá siendo una condicionante importante en cuanto a la organización y logística, tanto en casillas como en los organismos rectores del proceso, a nivel federal y estatales, e, incluso, para los propios institutos políticos, respecto a la forma de garantizar el cumplimiento de las normas sanitarias que impone la “nueva normalidad”.

Sin embargo, es preciso que la sociedad en su conjunto, más allá de filias y fobias políticas, reconozca que su participación activa es esencial y que hacer valer nuestro derecho al voto, nos obliga a actuar de forma consciente, cuidadosa e informada, para que los resultados sean positivos en todos los sentidos.

Porque, finalmente, no puede quedarnos ninguna duda: Votar sí sirve. Votar es nuestra forma de opinar, de incidir en la vida pública de México, de decidir que rumbo queremos darle al país y quienes queremos que administren lo que es de todos.

Votar significa saber que estamos representados, incluso si las personas por quienes votamos no resultan triunfadoras y, por supuesto, en caso de que nuestras candidatas y candidatos ganen, votar significa formar parte de las decisiones que transformarán definitivamente la vida de nuestras familias y de nosotros mismos.

Esa es la visión que debemos tener en las vísperas de una elección como la de este año y ese es el análisis que debemos realizar antes  de tomar la decisión de salir, ir a la urna y cruzar las boletas. Al votar, estamos definiendo cómo queremos vivir y, sobre todo, cómo queremos que vivan nuestras familias. Al participar, estamos definiendo también qué queremos hacer por un país que es de todo y que necesita, demanda y merece que hagamos lo que nos corresponde para cuidarlo.

En resumen, la democracia que durante décadas se ha ido construyendo en México está en nuestras manos y hoy, como nunca, es obligatorio reconocerlo y actuar en consecuencia. Vamos a hacerlo, con cuidado de la salud física pero, por supuesto, con cuidado de la salud política y social de un país que, como el nuestro, es cuna y hogar de nuestras hijas, hijos y todas las generaciones que vendrán después de ellos a disfrutar el cambio que nos ha tocado implementar para darles una mejor vida.

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