La llegada de ómicron, una de las variantes del virus SARS CoV-2, ha golpeado severamente a todo el mundo y México no es la excepción. Es una situación delicada que debe ser tratada con la atención y responsabilidad adecuada por parte de los gobernantes, las autoridades y la población. ¿Qué hacer para atender de mejor manera esta situación?

Justo cuando comenzábamos a considerar la posibilidad de regresar a un escenario similar a la normalidad prepandemia, que incluía el aumento de aforo en espacios cerrados y el regreso a clases para el resto de las instituciones educativas del país, por ejemplo, ómicron ha transformado el panorama de México. La nueva variante de SARS CoV-2, detectada por primera vez en el país en diciembre de 2021, se propagó con mayor facilidad en la población a raíz de las reuniones comunes que se celebran a final de año para despedirlo.

Podemos ponerlo así: “en diciembre se consumió y en enero se pagó”. El nuevo año presenció el aumento progresivo y abismal de personas haciendo fila en centros de salud y farmacias para obtener una prueba de detección del nuevo coronavirus. Las cifras de contagios diarios en el país han superado por mucho las conseguidas al inicio de la pandemia, situación que era de esperarse, considerando que ómicron es más contagiosa, aunque afortunadamente menos mortal.

De acuerdo con los datos presentados por la Secretaría de Salud federal, el semáforo de riesgo epidémico para el periodo del 24 de enero al 06 de febrero del año en curso marca un cambio preocupante. De las 32 entidades federativas, 12 se encuentran en color verde, la mayoría en el sur del país; diez están valoradas en color amarillo, la mayoría en el centro del territorio nacional; nueve han sido identificadas en color naranja, casi todas en el norte de México; y sólo una fue colocada en rojo.

Querétaro forma parte de esa decena de estados que conforma el bloque color amarillo, lo que significa un aumento en el número de casos de contagio y ocupación hospitalaria con respecto a las condiciones de semanas anteriores. Pero de la misma manera, implicaría una modificación en las medidas sanitarias aplicadas en la entidad, situación que no se ha apreciado que haya realizado el gobierno con el ímpetu necesario.

A pesar de que ómicron ha mostrado una letalidad menor a las anteriores variantes conocidas de SARS CoV-2, su peligrosidad radica en su facilidad de contagio. Es justamente esta condición la que nos debe de consternar, puesto que sería más fácil su transmisión, a pesar de seguir las medidas sanitarias correspondientes. El resultado precisamente ha sido el aumento en el número de casos de contagio en la población.

Puede que no guste, pero un esfuerzo colectivo impulsado por las autoridades gubernamentales en el estado para aminorar las actividades en la entidad podría ser determinante para reducir el número de contagios de ómicron. Es cierto, nos hallaríamos en “un bache”, uno efímero, en múltiples sentidos, pero un esfuerzo de esta naturaleza favorecería las condiciones del día a día en Querétaro, algo que con vehemencia busca la sociedad. La bola está en su cancha.

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