Ayer se consumó un hecho histórico. Por primera vez en toda su existencia, el Poder Judicial del Estado Mexicano, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, será encabezada por una mujer, la ministra Norma Lucía Piña Hernández.

No hace más de una década cuando el máximo tribunal de nuestro país se constituía principalmente por hombres. Con ciertos casos de excepción, como las ministras en retiro Olga Sánchez Cordero y Margarita Luna Ramos, la conformación del pleno de la Corte era mayoritariamente masculina.

Desde su creación en 1836, la más alta Corte de nuestro país había sido conducida por hombres, relegando a las mujeres a un segundo plano. Poco a poco, con mucho esfuerzo y dedicación, las mujeres se han ido abriendo camino en el Poder Judicial de la Federación y en varias instituciones de nuestro país. Eso demuestra que las acciones afirmativas que comenzaron a permear en el último lustro, por fin han rendido sus frutos.

Todavía recuerdo los comentarios que se alzaban en torno a dichas acciones, cuestionando si era correcto incluir cuotas de género en la distribución de cargos públicos o asignar puestos considerando el sexo de las y los aspirantes. Como lo he dicho antes, la lucha por los derechos de la mujer y la igualdad sustantiva ha sido constante, intensa y compleja, y ha costado siglos de sacrificio, lágrimas, sudor y sangre.

Por tanto, como lo queramos ver, no podemos negar que en este tiempo el papel de la mujer resalta en el quehacer público: con su hambre de aportar y transformar, de proponer y brindar soluciones para mejorar nuestro entorno y reclamar lo que por derecho le corresponde desde hace siglos: ser factor en la toma de decisiones.

Hoy, a más de 180 años de haberse creado la Suprema Corte de Justicia de la Nación, podemos celebrar con júbilo que se haya dado tan importante avance en la igualdad de oportunidades para las mujeres. Ello es motivo de orgullo y celebración. Además, es alentador que su órgano de gobierno, el Pleno, se compone a su vez, en gran medida, por mujeres, de las cuales una de ellas, la presidirá por los siguientes 4 años. Asimismo, destacan también los mecanismos paritarios de concurso y asignación de cargos al interior del Consejo de la Judicatura Federal, en donde se ha dado prioridad a las mujeres para ejercer responsabilidades importantes como juezas o magistradas.

Por ello, es gratificante vivir este momento y, de cierta manera, aportar a su consolidación, pues ello no solo permitirá grandes cambios ahora, sino también en lo futuro. Sentar las bases de una sociedad más equitativa, en el que la mujer sea protagonista del cambio y la toma de decisiones, pues solo de esa forma es como conquistaremos el anhelo de aquellas miles de mujeres que nos precedieron: vivir en una sociedad más justa y en condiciones de igualdad.

Esperemos que la presencia de una mujer en la alta esfera de la Corte aporte a una impartición de justicia más igualitaria y equitativa, que destierre por fin la misoginia y el machismo en los tribunales, que brinde un sentido de empatía hacia las miles de mujeres que, por múltiples razones, son víctimas de violencia y que han sido dejadas en total abandono frente a los abusos del sistema.

Así, la designación de la ministra Norma Piña como nueva presidenta de este máximo tribunal es un hecho histórico que debe celebrarse y reconocerse en toda su amplitud, pues se trata de la primera ocasión, desde su creación, que la cabeza del Poder Judicial en nuestro país, recae en una mujer.

¡Enhorabuena por la Suprema Corte! Y mucho éxito en su gestión a la ministra presidenta.

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