Una es la historia financiera. En ella está todo lo relativo al desplome de la lira turca y al contagio del pánico en los mercados globales. Otra historia, paralela y entretejida, es la historia que narra cómo Turquía, un miembro de la OTAN, se viene distanciando de Occidente a lo largo de los últimos años, y especialmente de Estados Unidos, su aliado estratégico. Esta última historia importa porque (a) funciona como un factor que cataliza y contribuye a la primera, la historia financiera; y (b) porque permite al presidente turco, Erdogan, plantear la crisis actual como una especie de complot internacional en el que las tasas de interés son “malignas”, las divisas internacionales como el dólar o el euro son “balas, bombas de cañón y misiles” que forman parte de una guerra contra el Estado turco. Van unas pistas:

Washington ha empleando a los kurdos en Siria como el principal pilar para el combate terrestre contra ISIS. Turquía sostiene desde hace décadas un conflicto interno contra la militancia de su propia minoría kurda, y Erdogan no quería que los kurdos sirios resultasen fortalecidos tras el combate a ISIS. El temor de Ankara era que las ganancias kurdas en Siria podrían vigorizar al movimiento independentista de este grupo étnico, el cual tiene presencia en Turquía y en otros países. La Casa Blanca siguió entrenando y armando a los kurdos en Siria, quienes llegaron a controlar aproximadamente 25% del país, algo que para Turquía era completamente inaceptable. Por ello, hace unos meses, Ankara inició una ofensiva militar para arrebatar a los kurdos diversas posiciones, lo que colocaba a Turquía y a EU en bandos opuestos.

Por si fuera poco, en 2016 Turquía vivió un intento de golpe de Estado. El gobierno turco culpa de ello a Fetullah Gulen, un político islamista, ex aliado del presidente, y que vive en Estados Unidos. Erdogan demanda a Washington la extradición de este personaje, a lo que EU se ha negado, por lo que las tensiones con Washington siguieron escalando. Ankara tiene preso a un pastor evangélico estadounidense, Brunson, a quien acusa de vínculos con el movimiento gulenista. Trump demanda la liberación del pastor y Erdogan, de su lado, ha querido utilizar a Brunson como baraja de cambio por la extradición de Gulen. El resultado es conocido. A raíz de la negativa de Ankara a liberar al pastor, EU decide imponer sanciones vinculadas al tema, lo que activa la espiral de medidas y contramedidas que catalizan el desplome de la lira y la crisis financiera que estamos viendo estos días.

El correlato de lo anterior es, por supuesto, el acercamiento de Turquía con rivales de la OTAN y de EU como Rusia o como Irán. Esto no empieza ahora, sino que va caminando en paralelo con todos estos desarrollos.

Lo que sigue, por tanto, es esperar que todas esas tendencias se acentúen. Erdogan seguirá empujando los sentimientos nacionalistas, buscará salidas financieras y políticas a través de acercarse al eje Moscú-Beijing, o a través de robustecer su cercanía con Qatar. Y, por último, tanto por factores de interés económico, como para seguir demostrando que no cederá ante los embates de Trump, Turquía, con seguridad, buscará evadir las sanciones estadounidenses contra Irán, lo que continuará acrecentando las tensiones entre Washington y Ankara. El último paso, por ahora no previsible, sería la salida de Turquía de la OTAN. La pregunta es si en medio de sus disputas, los dos populistas enfrentados, Trump y Erdogan, continuarán sin darse cuenta lo que ambos, hasta ahora aliados estratégicos, están perdiendo en el camino.

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