Existe una frase del habla coloquial que nos recuerda las vueltas que da la vida. Esto aplicaría para el contexto que vivimos ahora si recordáramos lo que vivía el mundo hace aproximadamente 30 años, en el periodo entre 1988 y 1990.

El poderío, la consolidación y el respeto como potencia de Estados Unidos con Ronald Reagan y el inicio de George Bush contrastaba con el resquebrajamiento o debilitamiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y su líder Gorbachov. El sistema económico socialista empezaba a perder fuerza por toda Europa, entre las Olimpiadas de Seúl, Corea del Sur (1988) y el Mundial de Italia 1990.

Treinta años después, los roles se invirtieron: Rusia y su líder, Vladimir Putin, son el Estado-nación que demuestra poderío, consolidación y respeto, mientras que, gracias a la enésima trumpada, EU lamenta su caída en muchos aspectos y la pérdida no sólo de respeto mundial, sino la condena internacional por lo que ocurre en su terreno.

Rusia es, en estos momentos, el centro de atención mediática y política, así como el ejemplo para otros países gracias, en parte, al Mundial de futbol. La realización de este evento implica una serie de logros del país que tiene más superficie en todo el mundo. El balón está en su cancha.

Desde un análisis geopolítico, Rusia es el país con más poder en el planeta desde, por lo menos, inicios de 2016. Ha demostrado su influencia política y militar en países y Estados-nación cercanos a su territorio, y tiene el control estratégico de reservas y recursos naturales. Organizar el Mundial de futbol y ser el anfitrión y socio consentido de la FIFA es el colofón de hechos que muestran su poderío y respeto geopolítico. En contraparte, EU indigna y provoca condena desde la llegada de Trump al poder. De lo que nos enteramos por las noticias y vimos la semana pasada, en un reflejo del fascismo y de inexistencia de derechos humanos.

La decisión de Trump de separar familias de indocumentados y aislar a los niños huérfanos es indignante, aberrante y condenable por donde se le vea. Una trumpada más. En imágenes vimos que el avance jurídico legal de los derechos humanos en la mayoría del mundo fue borrado por el mandamás norteamericano.

¿Qué pasará por la mente de las personas que celebraban la derrota de Hillary Clinton porque promovía “la cultura de la muerte” (dícese de cuando algunos se manifiestan a favor de la despenalización del aborto y el apoyo a los derechos humanos de la comunidad LGBTI)? ¿O que le atribuían su derrota a apoyar esto?

Lo que menos importa es la ausencia del seleccionado norteamericano en el Mundial, sino la crisis humanitaria y de derechos humanos que se vive en el país vecino. Cuando comenzábamos a tomar ritmo con los partidos de primera ronda del Mundial, llegó el magnate y nos volvió a sorprender. Sus expresiones de enojo en la geopolítica son como en el futbol español eran los caprichos y las patadas del portugués Pepe hace algunos años.

En el tema de los derechos humanos también es importante señalar que, durante los primeros días del mundial, leímos sobre las distintas marchas públicas del avance de la comunidad LGBTI en el país, y el respeto hacia sus derechos en el marco jurídico-legal —sin que sea completo—. A partir de este 25 de junio, faltan 32 partidos de la justa mundialista. Nos restan 5 mil 760 minutos del “deporte más bonito del mundo” (Luis Omar Tapia dixit).

Si bien viviremos de cerca la emoción de goles, atajadas y jugadas, también considero que merecemos estar atentos a nuestro contexto político social, ejercer nuestro derecho al voto de manera razonada y denunciar atropellos a derechos humanos, como la última trumpada.

El dominio del balón y la táctica geopolítica está del lado de Putin y Rusia, sin lugar a duda.

Feliz domingo.

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