Tres retratos de enero de 2023: Una ministra orgullosa de pasar por encima de la ley, una jefa de Gobierno incapaz de reconocer su responsabilidad y un suspirante que se niega a reconocer la derrota. Esa es la cara más visible de la autollamada 4T.

Primer retrato. La 23ª edición del Diccionario de la Real Academia Española define al plagio como una copia “sustancial de obras ajenas, dándolas como propias”. No hay matices, el plagio es un fraude; es una muestra de deshonestidad y falta de integridad académica. Es una exhibición de desprecio por el trabajo de investigación de otras personas. Sin embargo, la ministra Yasmín Esquivel va más allá. No sólo comete plagio, recurre a una sarta de mentiras para justificar lo injustificable, exhibe argumentos falsos y tramposos, involucra a la fiscalía de la CDMX y, cuando no queda más salida que su renuncia, hace ostentación de un cinismo ilimitado: “desde hace 35 años tengo una carrera impecable, de la que no tengo nada de qué avergonzarme”.

Segundo retrato. El líder del sindicato del metro de la Ciudad de México afirma que 291 de los 394 trenes que integran la red están en malas condiciones; 166 de los cuales, circulan sin mantenimiento. La respuesta de la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, se limita a acusar una serie de “indicentes fuera de lo normal”. No se reconocen errores ni omisiones; la culpa, como siempre, es de los “otros”, sin importar si se trata de usuarios irresponsables y malintencionados, funcionarios de administraciones anteriores o conservadores que conspiran contra la sacrosanta transformación.

Tercer retrato. Tras haber utilizado todos los medios posibles para hacerse promoción utilizando su cargo —con el respaldo presidencial—, el hasta hace unos días subsecretario de Seguridad Pública, Ricardo Mejía Berdeja, acusa fraude en su contra en el proceso de selección de candidaturas de Morena al gobierno de Coahuila, desconoce los resultados argumentando que las encuestas “no son la Biblia” y señala al precandidato al gobierno del estado y al líder de su partido por corrupción. El presidente, López Obrador, paladín anticorrupción y máximo exponente nacional del “no reconocimiento de la derrota”, le da la espalda y lo acusa de irse sin dar “ni el adiós”.

Estos tres retratos ilustran el desprecio por la legalidad, la irresponsabilidad y la institucionalización de la trampa. Los datos —incluso los oficiales— transitan por vías distintas que la realidad y reflejan la cara más visible de la autollamada 4T. Un presidente que emite en promedio 94 afirmaciones falsas por día tiene una aprobación que ronda el 60% a pesar de un incremento de las personas en situación de pobreza de alrededor de 6.1 millones desde que inició el sexenio (Coneval), de un sistema de salud desmantelado y colapsado que reporta la muerte de más de 3 mil niñas y niños con cáncer por la escasez de medicamentos y de una escalada de violencia que se prevé supere el número de homicidios del sexenio pasado en las próximas semanas.

Hay que buscar al culpable en el otro, en quien exhibe la trampa, como Guillermo Sheridan, que “ha dañado más al país” que la ministra plagiaria, en el eterno complot que busca descarrilar las aspiraciones presidenciales de la corcholata favorita del presidente y de las fuerzas del mal que le dan la razón al otro aunque “el otro” sea intercambiable —y desechable— dependiendo de la ocasión.

Twitter: @maeggleton

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