La consulta pública sobre el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAIM), organizada por el equipo de transición de Andrés Manuel López Obrador, es uno de los temas más importantes en la agenda pública nacional, y, también, uno de los temas más debatidos en San Lázaro estas últimas semanas.

Por su significado y trascendencia, se han polarizado las posturas, tanto en la calle como en el Pleno cameral. No sólo con respecto al tema de la construcción del NAIM o la opción, planteada por el nuevo gobierno, de habilitar el aeropuerto de Santa Lucía, también se ha dado un fuerte debate en torno a la validez jurídica de esta consulta —que inició el jueves y cerró  ayer—.

Lo que trasciende el debate. Más allá del debate entablado entre los que están a favor y en contra de la construcción del NAIM, o de los que consideran que sí hay un marco jurídico que sustente esta consulta y los que sostienen lo contrario; más allá del resultado de la consulta (con sus evidentes fallos) y de la decisión que finalmente tome el nuevo gobierno respecto a este asunto, hay una lección muy clara: los mexicanos ya están cansados de los gobiernos opacos que no rinden cuentas.

Lo más importante, lo que nos debería quedar vigente en la conciencia a los servidores públicos, es que todas las acciones de los gobiernos, y en especial las que impliquen la construcción de una obra de tantos miles de millones de pesos —como lo es el NAIM—, deben ser transparentes, deben cumplir con la ley, deben hacerse buscando el bien común, y deben despejar toda sombra de duda, corrupción o amiguismo.

Una nueva cultura. Con esto, no estoy diciendo que el NAIM no cumpla con estos requisitos, ni que la opción planteada por el nuevo gobierno federal sea la idónea; en donde quiero poner el acento, es en la importancia de fomentar, en todo el país, una cultura de transparencia y rendición de cuentas. Logrando esto, se evitaría la necesidad de debatir en torno a la construcción, o no, de un nuevo aeropuerto, y podríamos enfilar todas nuestras fuerzas a combatir los verdaderos problemas que tiene el país: pobreza, desigualdad y violencia.

Esta cultura de transparencia no se logra, únicamente, con portales o medios de acceso a la información pública. Se logra con servidores públicos que tengan verdadera vocación de servir. Con gobiernos sensibles a las necesidades de la gente. Con políticos honestos que entiendan que su única vocación es construir un mejor espacio de convivencia, y no usar y abusar del poder que ostentan para beneficio personal.

Todos tenemos que participar. En la construcción de esta nueva cultura de transparencia y rendición de cuentas se necesita la voluntad de todos los mexicanos. Para transitar de un país corrupto a un país honesto, todos tenemos que participar. No es coherente exigir al gobierno un comportamiento intachable, si se llevan a cabo, en lo privado, prácticas deshonestas y que fomentan el deterioro del tejido social.  Una de las lecciones más importantes del NAIM, es que los mexicanos ya estamos cansados de la opacidad y la corrupción. Como país ya tocamos fondo en estos temas y anhelamos un nuevo espacio público que destierre las malas prácticas. Ahora, detectado el problema, lo que sigue es dar un paso a la vez en la dirección correcta. Cada mexicano tiene esta importante tarea. Cada uno en su interior sabe qué debe hacer para lograr este nuevo México.

Diputado federal por Querétaro

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