A prácticamente un año de que la administración federal haya tomado las riendas del país, la situación nacional no se encuentra del todo estable, el asumir el poder para generar un cambio de régimen no ha sido nada sencillo ante la oleada de intereses que se han visto afectados ante la llegada de un gobierno con objetivos e ideas progresistas que encuentran en la reconstrucción del tejido social, la economía solidaria y la repartición justa de la riqueza, uno de los caminos para erradicar el cáncer que había aquejado a México en las últimas nueve décadas.

La llegada de Andrés Manuel López Obrador a la silla presidencial nos ha permitido ver diferentes episodios que en administraciones pasadas hubiera sido complicado imaginarlos, por ejemplo el arresto de un personaje como Juan Collado, la orden aprehensión de Emilio Lozoya o a expresidentes como Vicente Fox y Felipe Calderón saliendo de la comodidad de su retiro para buscar fortalecer a una naciente, absurda y tambaleante oposición. Si bien ha sido un inicio complicado, hemos sido testigos de un gobierno abiertamente más humano, que gobierna desde la sensibilidad y que dentro de su estructura existe el espacio a disentir y a reconocer los errores en las decisiones que se toman para definir el rumbo del país.

Desafortunadamente la factura a pagar es alta, estamos en una nación en donde dos partidos políticos se repartieron la riqueza durante muchos años, siempre pasando por encima de intereses colectivos y beneficiando a un grupo minoritario que se ostenta como dueño del país. Sin embargo parece ser que el adversario más peligroso no está fuera de casa, sino en las entrañas de un partido que, como menciona Rafael Barajas, debería ser sostén y defensor de las políticas públicas que emanan desde Palacio Nacional.

Para desgracia de todos aquellos que creemos en el Proyecto Alternativo de Nación, la ambición desmedida de algunos dirigentes, el oportunismo de figuras que se sumaron a Morena en el pasado proceso electoral y el desmantelamiento de los órganos internos del partido al generarse una migración a los diferentes niveles de gobierno, ha venido a obstaculizar la concentración en lo realmente importante, la cuarta transformación nacional.

En el interior del partido en el gobierno existe un jaloneo y la complicidad de varios integrantes con el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, inclusive llegando algunos de ellos a hacer público su júbilo por la anulación del pasado proceso electoral de Morena, sin recordar que fue esa instancia la que actuó de manera coordinada con PRI, PAN, mafias sindicales y empresarios para que el actual presidente fuera despojado de dos triunfos, uno en 2006 y otro en 2012.

Estos sucesos son los que nos orillaron a muchas y muchos a movilizarnos de manera en defensa de la democracia y a favor de una información veraz sobre las diferentes infamias y saqueos que sufrió el pueblo a manos de los que gobernaron en las pasadas tres administraciones federales.

Es necesario entender que los ciclos tienen un comienzo y un final. El único camino para que la cuarta transformación sea una realidad que quede plasmada en la historia es teniendo madurez política, la erradicación de los viejos métodos de conservación e implementación del poder y comprender que el éxito de nuestro movimiento se gestó en las calles, de manera informada, colectiva y organizada. Es momento de dejar a un costado los intereses personales y cerrar filas con el Presidente López Obrador.

No perdamos más tiempo, el continuar obstaculizando los procesos democráticos de Morena les está dando tiempo valioso a los animales de carroña que han visto a nuestro país como un botín que pueden repartirse a placer, inclusive si esto significara financiar distintos tipos de ataque a un gobierno que apenas comienza el camino, pero que está dispuesto a dejar los cimientos de un México más justo.

Asesor del grupo legislativo de Morena en el Congreso local

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