En México durante prácticamente nueve décadas normalizamos al político (cualquier cargo que usted guste imaginar) como un ser prácticamente intocable, con una marcada distancia entre su investidura y el pueblo por el que originalmente llegó a ocupar ese espacio de representación popular. Esto causó que durante la misma cantidad de tiempo, la clase política fuera incuestionable, prácticamente blindada de la opinión pública y una impunidad garantizada ante un probable acto de corrupción.

Desde sus inicios Andrés Manuel López Obrador, hoy Presidente de la República, ha buscado la manera de cambiar la forma de hacer política en nuestro país, iniciándose en instituciones indigenistas, sumando esfuerzos con agrupaciones ciudadanas en defensa de causas populares, luchando por democratizar el partido político en el que inició, llevando las riendas de una auténtica oposición en los finales de la década de los ochentas e inicios de los noventas, asumiendo la responsabilidad de modernizar y brindar una mayor estabilidad a los habitantes de la Ciudad de México, (una urbe de dimensiones incalculables que desde la administración obradorista ha encontrado el camino al progreso colectivo.) y por último siendo inquebrantable en cuanto a su convicción democrática desde la elección del 2006 en donde Felipe Calderón de mano de los poderes fácticos le hicieron un fraude electoral, para que seis años se repitiera la misma situación de amaño electoral que tuvo como resultado uno de los sexenios de mayor retraso en la historia de la nación.

Estos antecedentes respaldan al actual Jefe del Ejecutivo, mismo que se ha encontrado con un país inmerso en la corrupción, con actores que han hecho del servicio público, un verdadero arte del cacicazgo y que desde antes de tomar protesta como máximo mandatario nacional, inició acciones concretas para cambiar el rumbo del país y dirigirnos al progreso que durante tantos años ha sido postergado a causa de la corrupción y del atraco a las arcas del erario público. Si bien no ha sido un inicio sencillo el actual Gobierno de México ha tomado decisiones concretas y certeras para pavimentar un camino sinuoso bajo el que habíamos transitado las últimas décadas y usted estimado lector que esperó que la llegada de Morena al poder federal resolviera todas las situaciones que aquejan a México, le puedo asegurar que si bien no será inmediato, si será una promesa de campaña que al final de la administración obradorista veremos cristalizada como un logro no solo del Presidente, sino de todos los y las mexicanas.

Sin afán de buscar justificaciones, el caos heredado por administraciones pasadas tantos en ámbitos de seguridad como de economía, ha hecho que dichas decisiones parezcan insuficientes ante las problemáticas que se viven a lo largo y ancho del país, pero es importante visualizar que muchas de estas decisiones debieron ser tomadas hace 3 o 4 sexenios para que el presente fuera mucho más alentador de lo que vivimos, sin embargo las autoridades federales no han hecho caso omiso de estas decisiones, ni han buscado continuar la misma lógica que funcionarios pasados, con responsabilidad se toman caminos para que la cuarta transformación nacional, pueda ser una realidad en cada rincón de nuestro país.

Es momento de sumarnos con AMLO en la defensa de la nación, ubicar y señalar a los que atentan en contra de nuestra seguridad, de nuestra soberanía y de la estabilidad nacional y que de manera colectiva podamos salvar al país de la cloaca en la que intentaron hundirnos y que de manera organizada hemos demostrado que podemos salir y construir una nueva realidad para todos y todas.

Google News