Siempre me he sentido atraído por sucesos o acontecimientos históricos. Ese interés fue despertado por mi madre, quien con el afán de entretenerme cuando salíamos de carretera, me contaba todo tipo de historias basadas en hechos, que de acuerdo a su narrativa, tomaban un realismo mágico tan de boga en la década de los setentas, después de que fuera publicada la obra considerada ícono de esta corriente en 1967, por García Márquez.

Sin haber aprendido a leer todavía y ante la ausencia de herramientas multimedia que me permitieran conocer hechos y momentos históricos, escuchando a mi mamá pude imaginarme de manera muy clara los acontecimientos y anécdotas relacionados con la historia familiar; así como la forma en que se dieron una cantidad de sucesos que marcaron la historia y el rumbo, tanto de México como de la humanidad.

Así pues, durante esos viajes podía escuchar los detalles precisos del descubrimiento de América cuando europeos e indígenas se vieron por primera vez, con la misma emotividad y apasionamiento con la que me fueron contadas las razones por las que mis abuelos llegaron a residir a la ciudad de México, donde se conocieron, y al casarse comenzaron a escribir una parte de mi historia personal. Gracias a esos relatos se hizo latente mi curiosidad por conocer y aprender más de la historia.

Considero a la historia como un instrumento fundamental para conocer de dónde venimos como sociedad en lo colectivo, así como para entender nuestros antecedentes como seres humanos en lo particular. La historia es una disciplina científica que es susceptible de ser criticada en ocasiones por su subjetividad, atendiendo a su carácter humanístico y, como ha quedado demostrado en muchas ocasiones, porque puede tergiversarse en beneficio de quienes tienen la posibilidad de contarla.

Desde mi punto de vista, lo interesante de la historia, que además la convierte en una disciplina apasionante, radica precisamente en la posibilidad de conocer distintas versiones de un mismo suceso, lo que nos permite entender mejor las diferentes circunstancias bajo las cuales este suceso se vivió, concibiéndolo además desde las perspectivas de quienes lo vivieron y tomando en consideración la manera en que el suceso en sí fue documentado o transmitido de generación en generación, donde pudo haber sido enriquecido o por el contrario, haber sufrido modificaciones que terminen desvirtuándolo y restándole importancia como tal.

La historia es fundamental porque conociéndola tenemos una base para partir hacia donde queramos ir como nación, como sociedad, dentro de un grupo étnico, al interior de una empresa, como familia o como individuos. Marx sostenía que los seres humanos vamos haciendo nuestra propia historia, pero basándonos en circunstancias influidas por el pasado, lo cual comparto absolutamente. Esta reflexión se ejemplifica en algo tan sencillo pero a la vez tan trascendente como el tomar la decisión de compartir nuestra vida con alguien, ya que es una decisión que no tomamos a la ligera y que dependerá de todo y cuanto hayamos vivido, conocido o aprendido anteriormente, es decir, dependerá de nuestra historia personal.

La historia es tan importante que nos identifica y nos otorga una identidad que nos integra colectivamente, pero que también nos define en lo particular. No conocer nuestra historia es negarnos a nosotros mismos la posibilidad de conocernos mejor y por ende, alcanzar un futuro más promisorio.

Abogado y catedrático de la Universidad Anáhuac. @gmontes

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