“Todo tiene un principio y un fin. El mío ya llegó”, les dijo El Marro a los agentes de investigación del estado y los elementos de la Sedena que ayer en la madrugada lo detuvieron en una finca de la comunidad de Franco Tavera, en el municipio de Juventino Rosas, Guanajuato.

Las autoridades habían detectado una serie de “síntomas” en la zona: presencia notoria de “halcones”, gente sospechosa colocada en lugares estratégicos y sobre todo, cero incidencia delictiva. La ubicación de una camioneta que tres semanas antes había tomado parte en el secuestro de una comerciante oriunda de Apaseo el Grande, fortaleció la sospecha de que José Antonio Yepez, líder del Cártel de Santa Rosa de Lima, pudiera encontrarse en el lugar.

La información más reciente revelaba que desde marzo pasado, fecha en que se desató un fallido operativo de captura en su contra, El Marro había salido de su zona de protección, Celaya, Santa Rosa y San Antonio de los Morales, y andaba brincando por comunidades rurales de Juventino Rosas, Comonfort y Villagrán.

Al antiguo rey del huachicol en el estado de Guanajuato lo andaban cazando autoridades estatales y federales. También le pisaban los talones sus rivales del Cártel Jalisco Nueva Generación, con quienes se hallaba en guerra abierta desde 2017.

Hace dos semanas el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo, declaró que “uno de los líderes de las organizaciones criminales más importantes del estado ya no está en su casa con alberca, ya está en una casa a medio construir, batallando para cubrir la nómina”.

El Marro, en efecto, obtenía fondos de donde podía (en especial, secuestro y extorsión) y vagaba en caminos de terracería intentando poner a su servicio las comunidades en que se refugiaba. Había datos de que se movía en camionetas todoterreno, cuatrimotos y racers, acompañado solo por un pequeño círculo de escoltas, en el que el jefe de seguridad era Saulo Sergio “N”, El Cebollo.

Informes entregados el viernes pasado indicaron que era alta la posibilidad de que El Marro se encontrara en dos posibles predios de la región.

El operativo fue madurado el sábado por mandos de la fiscalía estatal y la Sedena, entre los que figuraba el jefe de la zona militar. Pasado el enfrentamiento político entre el gobernador panista Diego Sinhué y el presidente Andrés Manuel López Obrador, la información fluyó sin cortapisas entre autoridades estatales y federales. Cuando llegaron las órdenes de cateo, se dio luz verde para llevar a cabo la detención durante la madrugada del domingo.

En otros intentos de captura, las bases del Marro habían realizado narcobloqueos y quema de camiones en avenidas y carreteras. Con base en esas experiencias, se tomó la decisión de encapsular los puntos críticos, para que los colaboradores del Marro no pudieran llegar.

Al mismo tiempo, los dos grupos, el de la Fiscalía y el de la Sedena, ingresaron en Juventino Rosas. Un dron sobrevolaba la finca. A través de las imágenes enviadas por este las autoridades advirtieron que en la finca había comenzado el movimiento de huida: El Marro acababa de ser alertado del operativo por sus “halcones”, quienes tiraron incluso “ponchallantas” en el camino de acceso.

Algunas unidades oficiales quedaron atoradas. La mayor parte, sin embargo, siguieron adelante. El jefe de seguridad del Marro abrió fuego contra los elementos estatales y federales, pero rápidamente fue sometido.
Se dice que en los últimos tiempos El Marro dormía vestido. Intentó huir por la parte trasera de la finca, en la que además de gallos y caballos, tenía una moto y una cuatrimoto. No alcanzó a tripular ninguna.

Cuando lo detuvieron lucía agitado, “con los ojos desorbitados”.

—¿Quién me traicionó? —preguntó.

Con él cayeron los cinco miembros de su círculo de seguridad. En el segundo domicilio cateado fue aprehendida su cuñada, Angélica “N”, presunta operadora financiera del cártel, a quien se había detenido en marzo de 2019 y a la que liberó más tarde el ministerio público federal (las autoridades afirman que ella llevaba las cuentas de las pipas robadas a Pemex).

Cuando nadie lo esperaba, en las caballerizas de la finca, bajo un montículo de comida para animal, las autoridades hallaron una puerta. Detrás de esta se encontraba maniatada, y en condiciones lastimosas, la mujer que el grupo del Marro había secuestrado tres semanas atrás en Apaseo. Aquel secuestro fue su última fechoría.

Termina así una etapa negra en Guanajuato: la década del Marro.

Lamentablemente, queda un infierno por venir: la disgregación del Cártel de Santa Rosa en pequeñas y feroces células, o bien, la absorción de su estructura por un nuevo grupo dominante: el Cártel Jalisco Nueva Generación, que dirige Nemesio Oseguera, El Mencho, y que lleva años peleando por el control de los ductos.
Expertos en temas de seguridad creen que habrá en el estado un nuevo coletazo de sangre: ya sea por el reacomodo del Cártel de Santa Rosa, o por la “limpia” que el Cártel Jalisco emprenderá en los lugares que El Marro deja acéfalos.

Para evitar que el fuego se avive, debe llegar un nuevo golpe, esta vez del lado del Mencho. Pero sobre todo es preciso que se desnuden las redes de corrupción que desde Pemex y el sindicato hicieron posible a José Antonio Yepez, El Marro.

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