La renegociación del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN) que iniciarán formalmente el 16 de agosto de este año Canadá, Estados Unidos y México se dará en un entorno diferente.

Hace más de 25 años, cuando inició la negociación del TLCAN vigente, los mandatarios de estos tres países veían con buenos ojos y estaban convencidos que América del Norte requería posicionarse en la economía global. El entorno geopolítico de ese entonces había iniciado cambios drásticos años antes: Glasnost que empieza en1985 y concluye en 1991 con la desintegración de la antigua Unión Soviética, y la caída del Muro de Berlín (1989). China aún no aparecía en el horizonte como un jugador relevante en los escenarios internacionales.

Ahora Donald J. Trump (DJT), como presidente de Estados Unidos, llega con una actitud completamente diferente. La historia no importa, los datos y la evidencia empírica tampoco, lo que prevalece es el entendimiento de DJT, que apela a las emociones y creencias del electorado que le dio el triunfo en las elecciones pasadas en noviembre de 2016. Esto, como un ejemplo de un caso de posverdad, término que en diciembre próximo incluirá la Real Academia Española en su diccionario de internet (ver El País, goo.gl/iWzrvQ).

El lunes pasado el representante comercial del gobierno de Estados Unidos envió a su Congreso el resumen de los objetivos para renegociar el TLCAN. Es una lista de aproximadamente 160 objetivos específicos en el marco de 22 temas, con una estructura similar a la del Tratado de Asociación Trans-Pacífico (TPP) que el presidente Trump ya canceló. Si bien la mayoría de los objetivos son entendibles y razonables, pues todo tratado es susceptible a mejorarse, hay varios aspectos que llaman la atención y sí nos deben preocupar o al menos tenerlos muy presentes.

Uno, parte de una premisa equivocada, ahí la posverdad, de que Estados Unidos sufre un déficit comercial como resultado de la entrada en vigor del TLCAN. Más aún, que el TLCAN es responsable de la pérdida de empleos y cierre de empresas. Nada más falso que eso.

Dos, la intención de proteccionismo la manifiesta al proponer la desaparición del mecanismo de solución de controversias, que se creó para resolver disputas por vender en el exterior por debajo de costos (dumping), subvenciones y salvaguardas. De ahí que el capítulo XIX del TLCAN sea tan mencionado. La región TLCAN ha tenido menos casos de dumping. Tan sólo 1.3% de las importaciones de esta región han sido llevados a páneles, versus 2.7% del valor de las importaciones del resto del mundo, y de 10% del valor de lo que se importa de China.

Tres, ser más estrictos con las reglas de origen a fin de que el contenido de insumos de la región sea más alto. Si bien esto sería un ejemplo de proteccionismo regional, puede tener impactos importantes en el ensamble de automóviles.

Cuatro, si bien es positiva toda medida en contra de la corrupción y de más transparencia, tendrá que cuidarse la injerencia del gobierno de EU.

Cinco, absurdo acusar a Canadá y a México de manipular su tipo de cambio, cuando la economía más grande del mundo es la de Estados Unidos. Tanto Canáda como México tienen regímenes de tipo de cambio flexible y no aparecen en los informes del Departamento del Tesoro de EU.

¿Prevalecerán las posverdades o nuestros negociadores lograrán convencer junto con todos los intereses económicos de Estados Unidos de la verdad, y nada más que la verdad? A juzgar por el vía crucis que ha sufrido la promesa de DJT de eliminar el apoyo de seguro médico (Obamacare), las probabilidades están a favor de que prevalezca la razón. Lo que no sabemos es si será una negociación rápida si se adopta el TPP que ya conocen las tres partes, o se va hasta 2019.

Economista. @jchavezpresa

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