La historia la cuenta Enrique Krauze en su libro La Presidencia Imperial y se la atribuye al ex presidente Adolfo López Mateos: “Durante el primer año la gente te trata como Dios y la rechazas con desprecio; en el segundo año te trata como Dios y no le haces caso; en el tercero te trata como Dios y lo toleras con incredulidad; en el cuarto te trata como Dios y comienzas a tomarlo en serio; en el quinto te trata como un Dios y no sólo lo crees: lo eres.”

En México, los tiempos políticos se miden en sexenios. El sistema sexenal define los momentos de las acciones políticas. Eso lo tienen claro los presidentes y gobernadores cuando asumen el cargo.

Por ejemplo, en 1976, cuando José López Portillo rindió protesta como presidente, estableció un plan para ejecutarse en sus seis años de gobierno. Los dos primeros años serían de recuperación, los siguientes dos de consolidación y los dos finales serían de acelerado crecimiento. Claro, su plan fracasó estrepitosamente y en 1982 el país está igual o peor que como lo había recibido seis años antes.

¿Cuál es el mejor momento para hacer grandes acciones? ¿Los primeros 100 días, los primeros dos años, cuando aún se tiene la confianza del electorado por el triunfo en las urnas? ¿Los años intermedios? ¿Los últimos dos años, para cerrar a tambor batiente?

La respuesta depende del plan y de las coyunturas políticas. Recordemos a Lázaro Cárdenas, tan de moda por el tema de la reforma energética y el pretender usar sus palabras para justificar la privatización.

La expropiación del petróleo se dio en la segunda mitad de su administración. Quizá hubiera querido hacerla desde el inicio, pero las circunstancias políticas se lo impedían, pues primero tenía que liberarse de la tutela de Plutarco Elías Calles. Finalmente, en 1938, con todo el control del poder político y las circunstancias internacionales a favor, pudo llevar a cabo su plan maestro.

Un ejemplo contrario es el de Peña Nieto. En su afán de pretender demostrar que su gobierno es eficaz y conciliador, ha pretendido sacar sus grandes reformas en el primer año, aunque la mayoría han quedado en meros cambios cosméticos. Su visión no es de estadista, sino de político.

¿Y el caso del gobernador José Calzada Rovirosa? Aunque quiso empezar con grandes anuncios, como el de la eliminación de la tenencia, en realidad parecía que no tenía un proyecto a seis años. ¿Por qué? Porqué el gran reto de la modernización del transporte lo ha empezado en la parte final de su gobierno, cuando ya parece haber perdido ese encanto inicial.

Se podrá argumentar que quiso esperar a tener todo el control político para no encontrar resistencia alguna en su ambicioso proyecto, pero la verdad es que éste ha topado con pared y no sólo se ha enfrentado a la resistencia de los concesionarios, sino a la desconfianza de los usuarios.

Por otra parte, la obra pública es otro pilar importante de gobierno. Y es allí donde recientemente hizo un cambio importante en gobierno del estado pues José Pío X Salgado Tovar fue nombrado como nuevo secretario de Desarrollo Urbano y Obras Públicas del Poder Ejecutivo del estado de Querétaro.

¿Por qué el cambio? El Ejecutivo afirma que es para dar infraestructura moderna y funcional al estado. La pregunta obligada es: ¿qué acaso esa no fue su intención original desde el inicio de su administración?

Quizá demasiado tarde se dio cuenta de que uno de sus puntos débiles de gobierno era precisamente el de la obra y el de transporte público. ¿Estos aparentes cambios tardíos son producto de un calculado análisis político o producto de la desesperación política porque en esos grandes rubros es donde más se le ha criticado?

El otoño del gobierno de Calzada ha empezado. ¿Serán estas medidas suficientes para paliar el inminente aire frío otoñal?

Periodista y sociólogo. Docente de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UAQ. Director del semanario universitario Tribuna de Querétaro

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