Hace unos días se reveló que Israel había llevado a cabo unos 100 bombardeos contra ISIS en territorio egipcio. La publicitación de semejante grado de colaboración entre Israel y un país árabe es inusitada. Esta misma semana supimos también que por primera vez se había autorizado, a aviones comerciales de Air India dirigidos a Israel, sobrevolar el espacio aéreo saudí. Aunque Riad desmintió inmediatamente esa noticia, la cooperación saudí con Israel es conocida desde hace tiempo. Lo interesante es que, de esto último, ya no llama tanto la atención la cercanía Israel-Arabia Saudita, sino la influencia creciente de la India en la región y cómo todo lo que en ésta ocurre se conecta con un panorama más amplio. En este panorama es necesario incorporar los vacíos que Washington ha estado dejando en distintas zonas —algo que viene desde Obama, pero que se profundiza con Trump— y cómo es que las piezas se están acomodando en consecuencia.

Podemos empezar por la guerra siria, un muy complejo conflicto que combina una serie de factores locales, regionales y globales. A nivel regional, el resultado neto de la guerra es el fortalecimiento de la posición de Irán, lo que coloca en un mismo bando a Israel y a varios países árabes sunitas, rivales de Teherán. Pero hay otra consecuencia de esta guerra: la afirmación del liderazgo ruso en Medio Oriente ante el vacío que Washington deja. Algo similar pasa en Afganistán, país en el que EU llegó a tener unas 120 mil tropas y del que se fue replegando hasta mantener hoy unas 11,000. En ese país hoy confluye, por un lado, el choque India-Pakistán y, por el otro, el enfrentamiento entre EU y sus rivales, Rusia y China. Ya desde hace un tiempo Rusia ha estado dirigiendo rondas de conversaciones entre los talibanes —apoyados por Pakistán— y el gobierno afgano, relegando a Washington a un segundo plano.

La India, a su vez, está preocupada por el imparable expansionismo de China, su gran rival, como poder regional y global. Así, mientras Beijing busca implementar una combinación de estrategias de crecimiento tecnológico, militar y económico, la India está buscando competir incrementando su influencia tanto hacia el Lejano como hacia el Medio Oriente y África. Eso conecta los viajes de Modi a tres países de Medio Oriente hace unos días, con la visita de Netanyahu a Nueva Delhi hace unas semanas, con el hecho de que Air India solicita a Arabia Saudita sobrevolar su espacio para llegar a Tel Aviv, con la cooperación de Israel y sus vecinos árabes. Es decir, si mirásemos los tableros pequeños, veríamos una serie de disputas aisladas. Pero si miramos un tablero más amplio, podríamos ver primero un gran enfrentamiento global de EU con Rusia y China. En torno a ese panorama global, hay acomodos en diversas regiones. En Medio Oriente, Arabia Saudita y sus aliados, junto con Israel, apoyados por Washington, se enfrentan a Irán, que mantiene una relativa cercanía con Moscú. Pakistán busca sumarse a China y a Rusia para poder seguir rivalizando con India. India, de su lado, se acerca más al bando estadounidense. Turquía es un miembro de la OTAN y aliado militar de Washington, pero se aleja cada vez más de EU y prefiere negociar sus intereses con Moscú y con Teherán, los ganadores de la guerra siria.

No estamos propiamente en una reedición de la Guerra Fría. Aún así, la conformación de bloques y alianzas regionales y globales, así como sus disputas, nos recuerdan que el mundo no es menos conflictivo y que, consecuentemente, los riesgos que todo ello representa deben ser atendidos antes de que sigan creciendo.

Analista internacional

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