Con el registro de Manlio Fabio Beltrones como candidato a la dirigencia del PRI, se abre un nuevo episodio en el escenario político para el priísmo en las entidades del país, principalmente en las que habrá cambio de gobierno, como en Querétaro, o en las que se celebrarán elecciones en 2016, para renovar 12 gobiernos estatales en Aguascalientes, Chihuahua, Durango, Hidalgo, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, Sinaloa, Tamaulipas, Tlaxcala, Veracruz y Zacatecas. Sumado a las recientes elecciones son 21 cambios de gobernadores, es decir, las dos terceras partes del territorio en dos años, que sientan las bases para la elección presidencial del 2018. El partido que logre el mayor número de gubernaturas tendrá una ventaja considerable para operar los comicios en los que se decidirá la sucesión de Peña Nieto y la continuidad del PRI.

Estos tiempos no son exclusivos del PRI, todos los partidos han entrado en este proceso. En el PAN, con el triunfo de Ricardo Anaya, producto de la cargada del maderismo y del reacomodo de los grupos de poder, se intentará impulsar al poblano Rafael Moreno Valle como candidato presidencial y desaparecer del mapa al expresidente Calderón y las aspiraciones de su esposa Margarita Zavala. En el PRD, la renuncia del líder nacional Carlos Navarrete, es la crónica de la muerte anunciada del otrora poderoso grupo de los Chuchos a quienes se les hizo agua el partido y no pudieron domar a las tribus, además de perder la gran mayoría de sus posiciones frente a Morena, han dejado las bases sentadas para una alianza electoral con el PAN, a lo cual se adelantó una de las tribus perredistas queretanas encabezada por Ulises Gómez de la Rosa, que se sumó a la candidatura del panista Francisco Domínguez. En Morena las cosas van por caminos paralelos, el período de Martí Batres está por concluir, y sin duda los buenos números que cosecharon en 2015 —a costa de la debacle perredista y la mesiánica figura de López Obrador—, harán muy atractiva la dirigencia nacional, y las estatales, de este partido.

Los efectos de estos cambios de dirigencia en los partidos, tendrán consecuencias significativas en Querétaro, localmente los partidos tendrán que hacer ajustes para enfrentar el inicio del nuevo gobierno estatal y los municipales, así como prepararse para el 2018. Salvo el PAN que renovó su dirigencia antes de las elecciones, en medio de impugnaciones por el favor de la reelección de José Báez —incondicional del grupo de Ricardo Anaya y Armando Rivera—, las demás fuerzas políticas estarán en procesos de cambios y ajustes. En el PRD, a pesar del corto tiempo de dirigencia del ex candidato Adolfo Camacho, tendrá que venir un cambio pronto si quieren sobrevivir, ya que los resultados electorales los han puesto contra la lona, frente a partidos como el Verde y Morena, que los han relegado. Morena sin dirigencia ni interlocutores políticos reales, poco podrá hacer en un estado bipartidista, en donde la izquierda no es relevante, por eso deben pensar en un dirigente con peso social y político, y desligarse de las prácticas tribales del perredismo.

En el PRI, la llegada de Beltrones al CEN y la salida del gobernador Calzada, permitirán la renovación del partido, que deberá iniciar por el consejo político, es la oportunidad de replantear la fuerza de los poco más de 300 mil votos que lograron en las urnas estatales, pero que de nada sirvieron, por la división de la estructura, el ostracismo de la dirigencia, la soberbia de los candidatos y la incapacidad de sus equipos, aunado al excesivo protagonismo del gobierno saliente, que lejos de conectar con su partido, impulsó todo el sexenio la maléfica política de la sana distancia con el PRI, que incluyó para la militancia el “si te vi, ni me acuerdo de ti”, y la voracidad de la neófita intentona de clase política de los Calzada y Loyola boys. Por ello, los acuerdos serán fundamentales para construir la forma en que habrán de trabajar rumbo al 2018 y más allá, que incluye la renovación de los consejos políticos, estatales y municipales, y las dirigencias en los mismos niveles, pues el calendario interno conlleva la necesidad de iniciar los procesos estatutarios a partir de octubre próximo, para que con un nuevo consejo que refleje todas las corrientes del priísmo queretano, estemos en posibilidad de designar otra dirigencia más, pero necesaria, que culmine el período iniciado en 2013, y que tenga la posibilidad de continuar hasta las elecciones del 2018, en unidad y con el apoyo de todas las voces del PRI, para reconstruir un partido que estuvo vivo como oposición hasta el 2009, y se dejó inmóvil durante seis años a conveniencia de quienes hoy dejan el gobierno estatal, con un déficit partidista muy grave, por el que tendrán que responder a la militancia.

Abogado y profesor de la Facultad de Derecho, U.A.Q.

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