Armas de disrupción masiva. El título de este artículo está recortado del subtítulo del libro apenas en circulación del jefe de corresponsales de CNN en la Casa Blanca, Jim Acosta, señalado por Trump como “enemigo del pueblo”. A su vez, esta violenta agresión verbal aplicada por el presidente de Estados Unidos —contra este autor y diversos medios de comunicación— da título al volumen del periodista, aparecido en las semanas previas al arranque, ayer, de la campaña de reelección del gobernante estadounidense. The Enemy of the People: A Dangerous Time to Tell the Truth in America está ya en los estantes de novedades de las librerías y en las conversaciones en los estados (desde uno de ellos envío estas notas) de la frontera con México.

En México, por otra parte, se han cumplido los primeros seis meses de la presidencia de López Obrador y se celebrará también en unos días el primer aniversario de la elección que llevó a AMLO a encabezar un poder con rasgos compartidos con el vecino: autoritarismo, destrucción institucional y discrecionalidad y costosa extravagancia en decisiones supuestamente dictadas por el pueblo, entre otras características de los llamados regímenes populistas del momento en diversas partes del mundo. El libro de Acosta registra el caso de Estados Unidos, con énfasis en otra característica común: el problema de los líderes de este grupo con la verdad y con los medios de comunicación que se empeñan en investigarla y darla a conocer. Con su “demonización” de la prensa, coreada por turbas en mítines y redes sociales, Trump está poniendo en peligro las vidas de los periodistas, sostiene el autor. Es “un tiempo peligroso para decir la verdad”, remata.

Acosta, hijo de refugiado cubano, ya era reportero acreditado en la Casa Blanca de Obama, de donde salió a cubrir la campaña de Trump, para volver con él al cuerpo de prensa que informa de lo que ocurre en la residencia presidencial y en los desplazamientos de su morador. Jim protagonizó en esa encomienda un episodio emblemático: por sus preguntas incómodas, le fue retirada la acreditación para ingresar a la Casa Blanca, pero la CNN llevó esa arbitrariedad a un juez federal, quien ordenó la restitución del pase de acceso del reportero a los pasillos de la residencia imperial. Desde allí, el periodista ha seguido dando cuenta de lo que The Economist describe como la activación de armas de disrupción masiva con las que se dinamitan arreglos de paz, se dislocan economías nacionales y regionales y el orden global; se agravian naciones y, lo que enfatiza Acosta, se atenta sistemáticamente contra las libertades informativas.

Registros mexicanos. Probablemente el libro de Jim Acosta creará incentivos para registrar las involuciones en el ejercicio de estas libertades en México en la era de López Obrador: formas de desnaturalizar la función informativa en las sesiones mañaneras; la desprofesionalización del periodismo al privilegiar las intervenciones ¿acordadas? de participantes de medios desconocidos o francamente apócrifos; las vías para inhibir preguntas pertinentes y para castigar a sus autores a través de una implacable maquinaria digital; los tipos autóctonos de control o de rechazo del acceso a las presentaciones presidenciales (sin el recurso judicial para remediar arbitrariedades); las descalificaciones a los medios en el mismo estilo de Trump.

Más peligros. En México faltan sistemas de verificación de afirmaciones falsas o engañosas frecuentes en este tipo de liderazgos. El Washington Post ha contabilizado diez mil trasgresiones de este tipo en los dos primeros dos años de Trump. Y también se ha vuelto peligroso aquí, para particulares y jueces, indagar y decir la verdad sobre las irregularidades en la destrucción y dudosa construcción de aeropuertos del régimen.

Profesor de la UNAM

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