La ONU reconoció, mucho antes que el orden jurídico mexicano, que el acceso al agua es un derecho humano. Fue un cambio de perspectiva ante la grave carencia de millones de personas. En nuestro país también ya es un derecho humano y por ello es oponible a todas las personas e instituciones.

Por supuesto que este derecho todavía debe potenciarse en su ejercicio en otros ámbitos más allá del mínimo común que requiere una persona para no morir de sed, asearse, y buscar su bienestar. Me explico: no existe en el México y en Querétaro todavía una política institucional que atienda qué hacer con el agua que llueve.

Desde los tiempos del excelente gobernador Camacho Guzmán se hablaba en círculos políticos de enfrentar el problema de las aguas pluviales en Querétaro.

En el sexenio siguiente se nos vendió la idea de un drenaje profundo del que después no supimos nada, En los tiempos del gobernador y hoy senador Enrique Burgos se mencionaba el sistema de retención de aguas pluviales por medio de un sistema de bordos en el circuito de la zona urbana de la ciudad de Santiago de Querétaro. Las administraciones siguientes sin duda que algo hicieron, pero también es seguro que no resolvieron el problema.

En el caso de la administración estatal del gobernador José Calzada, en torno a este problema, es claro que lo ha hecho mejor que sus antecesores, que ha pretendido desburocratizar el problema de las inundaciones por causa de las lluvias, pero no se trata de salir del paso, sino dejar huella institucional en las mentes y corazones de los queretanos.

Por otro lado, en la sociedad queretana no hemos sabido conformar una coagulación organizativa que dé cuerpo a un interlocutor representativo, propositivo, vigilante, y sobre todo independiente, que brinde soluciones y exija soluciones de los poderes públicos en torno a este problema del agua pluvial. También debemos asumir nuestra responsabilidad en la asunción de un modelo de crecimiento urbano e industrial que tiene en el agua de Querétaro, una variable que no siempre será favorable.

El precio comparativo del agua que consumimos es de las más costosas en términos per cápita en el país. La tasa de reposición y de recuperación de los mantos de agua que llueve es muy inferior a la que se consume para uso industrial y humano. Desde luego que no todo el problema del agua se focaliza en el nivel local ni podría ser de esa manera.

Necesitamos una nueva política del agua, eso es más que evidente. Que necesitamos una nueva cultura del agua es más que urgente. No debemos esperar las respuestas de los partidos y sus probables candidatos que se hayan entretenidos en el siguiente proceso electoral.

El PRD, mi partido, inmerso en una profunda división con Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) se desdibuja en revertir una reforma energética y no mira hacia los estados como Querétaro. Mira hacia el atrás en una inexplicable nostalgia por un pasado inexistente. En PAN, lleno de envidia por las reformas que le hubiese gustado hacer, se ha perdido en un sentimiento de culpa por ser un genio en la oposición y haberlo perdido en el ejercicio de gobierno. Se empecina por hacer del gobierno de Querétaro una contraprestación en pago por las aprobaciones al acorde del Presidente de la República. El PRI, lleno de soberbia, sin la magnanimidad que deben tener los vencederos, es insensible a los desastres naturales de la gente de a pie.

Y lo más grave: no hay un posicionamiento ni debate abierto en torno al problema del agua —en su versión más visible como las inundaciones— por quienes pretenden suceder al gobernador José Calzada. Sería deseable y necesario que mostraran sus propuestas, abiertas, generosas y comprometidas con la gente. Es mucho pedir, lo sé, pero también es mucho lo que piden en las elecciones a la gente: un voto de confianza.

Abogado

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