Más allá de las formas (que siempre son fondo), la visita a México de Jared Kushner, yerno del presidente norteamericano Donald Trump, prendió focos rojos sobre la agenda binacional, con énfasis en el proceso de aprobación del nuevo tratado de comercio para Norteamérica, el T-MEC.

Estas alertas prevén un áspero debate en el Congreso norteamericano, en particular en su Cámara de Representantes, dominada por los demócratas, que se oponen con fiereza a Trump. Pero las causas de este rechazo encuentran también sólidos asideros en nuestro país.

Que el principal asesor de Trump sobre México venga y tenga un encuentro privado con el presidente López Obrador y el canciller Marcelo Ebrard sólo puede ser interpretado como la entrega de un mensaje cuya delicadeza ameritó este procedimiento. Tal mensaje habría sido que ambas partes deben moverse más rápido y caminar en sincronía si no quieren ver naufragar al T-MEC.

Si el nuevo tratado resulta atrapado en el encono partidista de Washington, seguirá teniendo vigencia el viejo TLC. En tal caso Trump podría amagar, mediante su conocido estilo camorrero, con la posibilidad de cancelar el citado TLC para presionar al Congreso a que apruebe el nuevo tratado. Pero ello puede elevar la retórica contra el libre comercio y poner en tensión los nexos binacionales.

Fue un precedente saludable que López Obrador y la oficina de Ebrard Casaubón hayan dado cuenta de esa reunión. Es de presumirse que, para restarle carácter diplomático, oficial, la misma fue realizada en un sitio informal, que resultó ser la residencia de Bernardo Gómez, el más alto ejecutivo de Televisa. Un personaje controvertido pero que goza de la confianza del mandatario.

“Trabajas cerca del diablo, pero eres hombre de palabra, por eso estás aquí”, le dijo AMLO a Gómez la noche de la elección de julio pasado, cuando convocó a su domicilio a un reducidísimo grupo para un brindis con el que les quiso agradecer su apoyo para conquistar la Presidencia.

Tras el encuentro con Kushner, López Obrador aseguró, en conferencia mañanera, que se habló de inversiones en el sur de México y Centroamérica para inhibir la migración. La verdad es que el compromiso de Washington en este campo es cada vez más débil. Y esos no son los temas de Kushner. De acuerdo con fuentes consultadas, la agenda en esa cena fue otra. Una que justificó tener aquí a un personaje que tiene acceso privilegiado al hombre más poderoso del planeta.

Desde hace semanas, los tres países firmantes del T-MEC (llamado CUSMA en Canadá y USMCA en Estados Unidos) intercambian señales de alerta sobre el escenario de un complejo proceso de aprobación por parte de los respectivos Congresos —salvo en el mexicano, pues solo interviene el Senado, donde López Obrador tiene una cómoda mayoría. El problema mayor será en el Capitolio norteamericano.

Varios factores están contribuyendo a ese riesgo; entre otros, que los “cierres” del gobierno norteamericano retrasaron los tiempos administrativos, en particular el reporte que la Comisión Norteamericana de Comercio Internacional (USITC, por sus siglas en inglés) debe entregar a la Casa Blanca y al Congreso sobre el impacto económico que tendrá el nuevo tratado. Ese reporte abre formalmente los debates en las comisiones legislativas. A las complicaciones se añaden las inminentes elecciones en Canadá (octubre), los recesos congresionales estadounidenses (mayo, julio) y la cercanía, a partir de noviembre, del nuevo año electoral en el vecino país. Si la aprobación no llega en agosto, el tema puede volverse una pesadilla.

Como le comenté, por vez primera la resistencia de los demócratas combatirá asuntos sensibles de política interior en México. En 1993, durante las negociaciones del TLC, lo más que provino del Capitolio norteamericano fue una exigencia del bloque afroamericano para colocar en la Ciudad de México una escultura en honor a Martin Luther King y que fuera inaugurada en presencia de su familia y de congresistas estadounidenses de color. La estatua se encuentra aún ubicada en el parque del residencial barrio de Polanco.

Las impugnaciones ahora apuntan a la lentitud de ajustes legales en la ley laboral (mejores salarios, libertad sindical), la migración y las nuevas protecciones a patentes médicas, impuestas por la parte estadounidense, que se estima encarecerán los medicamentos innovadores y retrasarán la entrada de fármacos genéricos.

Nancy Pelosi, la indómita lideresa demócrata en la cámara baja del Capitolio, acumula con México agravios adicionales desde la gestión del priista Enrique Peña Nieto, por haber recibido a Trump en agosto de 2016, en plenas campañas presidenciales del vecino país. Ese encuentro humilló a la contendiente demócrata, Hillary Clinton, con quien Pelosi tiene estrecha cercanía.

Todo ello integra una agenda compleja, sobre la que resultaba indispensable que el hombre de Trump hablara en persona con López Obrador.

rockroberto@gmail.com

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