Durante varias semanas hemos sido testigos del cuestionamiento a las cifras presentadas por el gobierno mexicano sobre la pandemia de la Covid-19. La reciente publicación de The Washington Post, en la que se informa que la Ciudad de México tuvo cerca de tres veces más muertes que las sucedidas de marzo a mayo, de acuerdo con datos proporcionados por Hugo López-Gatell, subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud federal, detona nuevamente un conjunto de opiniones encontradas sobre el manejo frente la crisis de salud que hoy padecemos.

Toda crítica sustentada constituye un insumo invaluable para mejorar la toma de decisiones. En ese sentido, cuando se comparan los resultados obtenidos en México con otros países para ubicar el lugar de mortalidad o evaluar las medidas utilizadas por las autoridades de salud, exige la construcción de criterios metodológicos para poner en relación distintas experiencias; elaboración de un diagnóstico de las condiciones de desigualdad social y económica para mapear el impacto que estas tienen en cuanto al riesgo del SARS-Cov-2; y, el reconocimiento de que cualquier comparación está atravesada por el subregistro de casos Covid-19, problema que ocurre en mayor o menor medida en todos los países del mundo.

Quienes afirman que hemos superado el número de defunciones de Italia, Francia y España, tendrían que referirlas a la población total de estos países –60,36, 66,99 y 46,94 millones de habitantes, respectivamente–, para hacerlas comparables con México, cuya población es de 126,2 millones. Asimismo, sería necesario revelar que el 75.2% de los mexicanos padece obesidad, 10.3% diabetes y las enfermedades cardiovasculares provocan el deceso anual del 54%, enfermedades derivadas de la mala alimentación. A lo anterior, deberían sumar que México se encuentra entre los primeros países con mayores niveles de desigualdad en el mundo. Esta situación se refleja en la alta concentración de la riqueza, el 80% es propiedad del 10% de las familias del país, de las cuales, el 1% acapara alrededor del 43% de la riqueza nacional.

Reclamar al gobierno mexicano por su incapacidad para responder a la crisis de salud, aludiendo a los resultados obtenidos por otros gobiernos, es una postura ingenua, por decir lo menos. La crítica a las acciones del gobierno es válida e imprescindible, pero tendría que estar encaminada a sumar esfuerzos para asegurar y expandir la inversión en el sector sanitario, el financiamiento sostenible y la creación de medidas orientadas a apoyar a pequeñas y medianas empresas, dirigidas al mantenimiento del empleo. Pero, particularmente, a exigir la edificación de instituciones que garanticen la disminución de la abyecta desigualdad social y económica y a elevar la calidad de la vida democrática.

Utilizar información descontextualizada para posicionarse en el imaginario colectivo e imponerse en las elecciones de 2021, aporta poco a la solución de los problemas que hoy enfrentamos.

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